domingo, 12 de agosto de 2018

1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. VALORES LITERARIOS.

Hay que gustar estos relatos en su calidad literaria, y es peligroso reducirlos a esquemas, fórmulas y principios. Sólo así tomaremos la actitud de los antiguos oyentes y lectores, sólo así captaremos una parte fundamental de su sentido religioso.

Los autores empleaban algunos procedimientos narrativos comunes a la narrativa sencilla de cualquier país o tiempo, y otros procedimientos desusados entre nosotros. Con frecuencia los números tienen valor constructivo, por ejemplo, el número de frases, el número de veces que un relato repite una palabra o su raíz. El material sonoro es con frecuencia importante, cosa normal en una recitación oral -pensemos en los efectos sonoros de los cuentos contados en voz alta a los niños-:  un nombre se puede tomar para juegos de palabras, para articular el destino del que lo lleva; algunas frases más importantes se subrayan con aliteraciones y asonancias, ob bien se subrayan por contraste sonoro. El narrador puede apartarse de la fluidez narrativa normal creando diversos efectos rítmicos: ensanchando o estrechando el volumen de las frases, introduciendo en resalte frases muy rítmicas; en general los diálogos son más rítmicos que el resto. Los autores saben manejar el tempo narrativo: acelerando y retrasando, difiriendo el desenlace, trabajando la simultaneidad, con miradas atrás (flash back). Su maestría indiscutible es el arte de lo esencial o lo inmediato: sin explicaciones ni rodeos, economizando los detalles, en un lenguaje escueto de sustantivos y verbos. Algunos preferían otros valores más sutiles, como el tejido de relaciones internas que hacen la estructura, o la tonalidad sugestiva de algunos pasajes, o la dimensión simbólica que crece y se dilata sobre personajes y hechos.

Estos valores literarios esenciales, no ornamentales, son difíciles de captar. En primer lugar, porque algunos no se pueden reproducir en la traducción (números, efectos sonoros), en segundo lugar, por nuestra mala costumbre de leer sin escuchar; en tercer lugar, porque creemos que la Biblia, como libro religioso, está fuera y por encima de lo literario (esta idea es una forma de docetismo); finalmente, los comentaristas no suelen interesarse por estos aspectos. Por estas razones, me ha parecido necesario llamar la atención del lector sobre los procedimientos narrativos en cada caso; si el lector sensible y entrenado no necesita estas llamadas, creo que el lector medio me las agradecerá.

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