domingo, 12 de agosto de 2018

1 REYES. CAPÍTULO 2

Testamento de David


21Estando ya próximo a morir, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón:

2-Yo emprendo el viaje de todos. ¡Ánimo, sé un hombre! 3Guarda las consignas del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están escritos en la Ley de Moisés; para que tengas éxito en todas tus empresas, adondequiera que vayas; 4para que el Señor cumpla la promesa que me hizo: <<Si tus hijos saben comportarse, procediendo sinceramente de acuerdo conmigo, con todo el corazón y con toda el alma, no te faltará un descendiente en el trono de Israel>>. 5Ya sabes lo que me hizo Joab, hijo de Seruyá: lo que hizo a los dos generales israelitas, Abner, hijo de Ner, y Amasá, hijo de Yéter; cómo los asesinó vengando en plena paz sangre vertida en la guerra, una sangre que manchó mi uniforme y mis sandalias. 6Haz lo que te dicte tu prudencia: no dejes que sus canas vayan en paz al otro mundo. 7En cambio, perdona la vida de los hijos de Barzilay, el galaadita. Cuéntalos entre tus comensales, porque también ellos me atendieron cuando yo huía de tu hermano Absalón. 8Tienes también a Semeí, hijo de Guerá, benjaminita, de Bajurín. Me maldijo cruelmente cuando me dirigiía a Majanain*; después bajó al Jordán a recibirme, y yo le juré por el Señor que no lo mataría a espada. 9Pero ahora no lo dejes impune. Eres inteligente y sabes lo que has de hacer con él para que sus canas vayan al otro mundo manchadas de sangre.
10David fue a reunirse con sus antepasados y lo enterraron en la Ciudad de David. 11Reinó en Israel cuarenta años: siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. 12Salomón le sucedió en el trono, y su reino se consolidó.


Salomón y sus enemigos



13Adonías, hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, madre de Salomón. Ella le preguntó:

-¿Vienes como amigo?
Respondió:
-Sí.
14Y añadió:
-Tengo que decirte una cosa.
Betsabé contestó:
-Dila.
15Entonces Adonías dijo:
-Tú sabes que la corona me correspondía a mí, y todo Israel esperaba verme rey; pero la corona se me ha escapado y ha ido a parar a mi hermano, porque el Señor se la había destinado. 16Ahora voy a pedirte un favor, no me lo niegues.
Ella le dijo:
-Habla.
17Adonías pidió:
-Por favor, dile al rey Salomón -espero que no te lo niegue- que me dé por esposa a la sunamita Abisag.
18Betsabé contestó:
-Bien. Yo le hablaré al rey de tu asunto.
19Betsabé fue al rey Salomón a hablarle de Adonías. El rey se levantó para recibirla y le hizo una inclinación; luego se sentó en el trono, mandó poner un trono para su madre, y Betsabé se sentó a su derecha.
20Betsabé le habló:
-Voy a pedirte un pequeño favor, no me lo niegues.
El rey le contestó:
-Madre, pide, no te lo negaré.
21Ella siguió:
-Dale a Abisag, la sunamita, como esposa a tu hermano Adonías. 
22Pero el rey Salomón respondió:
-¿Y por qué pides a la sunamita Abisag para Adonías? ¡Podías pedir para él la corona! Porque es mi hermano, mayor que yo, y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Seruyá.
23Luego juró por el Señor:
-¡Que Dios me castigue si, al pedir eso, no ha atentado Adonías contra su propia vida! 24¡Por el Señor, que me ha asentado firmemente en el trono de mi padre, David, y que me ha dado una dinastía como lo había prometido, juro que hoy morirá Adonías!
25El rey dio una orden, y Benayas, hijo de Yehoyadá, mató a Adonías.
26Al sacerdote Abiatar el rey le dijo:
-Vete a Anatot, a tus tierras. Mereces la muerte, pero hoy no voy a matarte, porque llevaste el arca del Señor ante mi padre, David, y lo acompañaste en sus tribulaciones.
27Así destituyó Salomón a Abiatar de su cargo sacerdotal, cumpliendo la profecía del Señor contra la familia de Elí, en Siló.
28Cuando le llegaron a Joab estas noticias (porque Joab se había pasado al partido de Adonías, aunque no había sido de Absalón) huyó a refugiarse en el santuario del Señor, y se agarró a los salientes del altar. 29Pero cuando avisaron al rey Salomón que Joab se había refugiado en el santuario del Señor y que estaba junto al altar, Salomón le envió este mensaje:
-¿Qué te pasa que te refugias junto al altar?
Joab respondió:
-Tuve miedo y he buscado asilo junto al Señor.
Entonces Salomón ordenó a Benayas, hijo de Yehoyadá:
-¡Vete a matarlo!
30Benayas entró en el santuario del Señor y dijo a Joab:
-El rey manda que salgas.
Joab contestó:
-No. Quiero morir aquí.
31Benayas llevó al rey la respuesta de Joab, y el rey le ordenó:
-Haz lo que dice. Mátalo y entiérralo. Así nos quitarás de encima a mí y a mi familia la sangre inocente que vertió Joab. 32¡Que el Señor haga recaer su sangre sobre su cabeza por haber matado a dos hombres más honrados y mejores que él, asesinándolos sin que lo supiera mi padre, David: Abner, hijo de Ner, general israelita, y Amasá, hijo de Yéter, general judío! 33¡Que la sangre de estos hombres caiga sobre Joab y su descendencia para siempre! ¡Y que la paz del Señor esté siempre con David, con sus descendientes, su casa y su trono!
34Benayas, hijo de Yehoyadá, fue y mató a Joab; luego lo enterró en sus posesiones, en la estepa. 35El rey puso a Benayas, hijo de Yehoyadá, al frente del ejército, en sustitución de Joab; al sacerdote Sadoc le dio el puesto de Abiatar.
36El rey mandó llamar a Semeí, y le dijo:
-Constrúyete una casa en Jerusalén y estate sin salir a ninguna parte. 37El día que salgas y cruces el torrente Cedrón, sábete bien que morirás sin remedio, y tú serás responsable.
38Semeí respondió:
-Está bien. Este servidor hará lo que ordene vuestra majestad.
39Semeí vivió en Jerusalén mucho tiempo. Pero a los tres años se le escaparon dos esclavos y se pasaron a Aquís, hijo de Maacá, rey de Gat. Avisaron a Semeí:
-Tus esclavos están en Gat.
40Entonces Semeí aparejó el burro y marchó a Gat, donde Aquís, en busca de los esclavos. Así que fue a Gat y se los trajo de allí. 41Pero comunicaron a Salomón que Semeí había ido a Gat y había vuelto. 42El rey lo mandó llamar, y le dijo:
-¿No te hice jurar por el Señor, advirtiéndote que el día que salieras y marcharas a cualquier parte podías estar seguro de que morirías sin remedio? Y tú me dijiste que te parecía bien. 43¿Por qué no has cumplido lo que juraste por el Señor y la orden que te di?
44Luego añadió:
-Tú sabes todo el daño que hiciste a mi padre. David ¡Que el Señor haga recaer tu maldad sobre ti! 45Pero ¡bendito el rey Salomón, y el trono de David permanezca ante el Señor por siempre!
46Entonces el rey dio una orden a Benayas, hijo de Yehoyadá, que se adelantó y mató a Semeí. Así se consolidó el reino en manos de Salomón.


Explicación.



2,1-4 El testamento de David comienza con una exhortación en estilo deuteronomista. Se parece al primer cap. de Josué y recuerda el testamento de Samuel (1 Sm 12). El texto parece haber sido añadido después de la reforma de Josías, cuando la "ley de Moisés" equivale al Deuteronomio; y también cuando ya ha sucedido el destierro que proyecta su sombra trágica sobre las últimas palabras de David. La generación del destierro ha de saber que la continuidad dinástica estaba subordinada al cumplimiento de la alianza y también debe saber que todavía es posible el restablecimiento de dicha promesa por el camino de la fidelidad a la alianza. A la luz de estos sucesos tremendos se ha de leer la historia de la monarquía -nos dice el que insertó estas palabras.


2,2 Jos 23,14; Dt 17,18s.

2,4 2 Sm 7,12-16.

2,5-9 El cuerpo del testamento se ocupa de tres casos personales pendientes de solución: Joab, Semeí, Barzilay. La lectura de estas líneas produce una impresión penosa; pero antes de juzgarlas, debemos esforzarnos por comprender las razones de David según la mentalidad de entonces.

La sangre pide venganza (justicia vindicativa) y se aplaca con la sangre del asesino; de lo contrario contamina la tierra y recae sobre el encargado de vengarla. Si David, al morir, no repara ese estado de injusticia, legará a su hijo una carga maldita. Esto dice el v.5, que ha sido mal entendido e interpretado, ya desde tiempos antiguos.

Para ambos casos David apela a la sabiduría de Salomón. Un rey sabio no puede dejar impune la injusticia y el crimen. Se oponen "ir en paz al otro mundo" e "ir manchado en sangre". Contrasta entre los dos el caso de Barzilay, para el cual no apela a la sabiduría, sino a la lealtad y agradecimiento (2 Sm 19, 32). No sabemos por qué habla aquí de hijos en plural.

2,5 2 Sm 3,27; 20,10

2,7 2 Sm 19,33-40.

2,8 * = Los Castros.

2,10 Lo que hoy se nos muestra y venera como sepulcro de David es una ficción tardía, pero refleja la estima incomparable del pueblo por su gran monarca y fundador de la dinastía. No lo entierran en el sepulcro de familia (como a los jueces y a Saúl), sino en la nueva capital, como perpetuando en muerte la posesión adquirida: algo semejante al venerable sepulcro del patriarca Abrahán en Hebrón. El sepulcro de David añade prestancia y fuerza de atracción a la capital del reino unificado.

2,11 Véase 2 Sm 5,5. Se coloca hoy la sucesión de Salomón el año 971; la muerte de David sobrevendría algo más tarde.

2,12 El reino que se consolida es el fundado por David: es la obra entera de la monarquía unificada, de la soberanía sobre reinos vasallos, del nuevo régimen monárquico.

Para consolidar su posición, Salomón se adelanta a eliminar enemigos presentes y potenciales, en parte cumpliendo el testamento de su padre, en parte vigilando a su rival. Esta primera etapa sangrienta de consolidación es el tema del capítulo. Que la continuidad dinástica y el reino del rey prudente se tengan que asegurar con un baño de sangre, es algo que el narrador ni disimula ni encuentra escandaloso.

Se trata de cuatro figuras insignes y representativas: Adonías por la casa real, Joab por el ejército, Abiatar por el sacerdocio, Semeí por la tribu de Saúl. Cada uno poderoso a su manera; unidos, capaces de derrumbar la casa del rey.

2,13-25 Adonías parece olvidar que está estrechamente vigilado y comete una grave imprudencia. Según la tradición, el harén real pasa en herencia al sucesor, y tomar posesión del harén puede ser acto oficial de usurpación (2 Sm 16, Absalón en Jerusalén); pedir una mujer del harén puede delatar la ambición de reinar.

2,19 Betsabé disfruta de los privilegios de la reina madre (véanse 15,13 y 2 Re 10,13).

2,20-21 Betsabé considera un asunto de amoríos la petición de Adonías.

2,22-24 Salomón, a través de la petición de Adonías intuye que sigue con esperanzas de reinar. A Salomón le viene muy bien esta ocasión legítima de deshacerse de su rival sin hacerse reo de sangre; religiosamente, el rey invoca al Señor que ha consolidado el reino cumpliendo en él la promesa hecha a David. O sea, se siente ejecutor del designio del Señor sobre la dinastía.

2,26-27 El delito de Abiatar, que Salomón declara digno de pena capital, ha sido unirse al partido de Adonías. El carácter religioso del sacerdote lo salva de la muerte. Desposeído de su cargo ya no será peligroso para el rey. Con todas sus atribuciones sagradas, el sacerdote es un funcionario del rey al servicio de lo religioso; muy distinto es el profeta, que trae la palabra del Señor, y es algo más que un mero funcionario real. El profeta ha estado de parte de Salomón.

2,28-34 Joab sólo se considera culpable de haber apoyado al candidato fracasado, no de la muerte de Abner y Amasá. Se acoge a sagrado, pero el derecho de asilo protege solo al homicida involuntario (Ex 21,13-14; Dt 27,24).

El fin del gran general es patético, y el narrador lo expresa en los tres tiempos rápidos de la acción: primero, el soldado vencido por el miedo; segundo, ya sin remedio, encuentra fuerzas para desafiar al rey a que lo mate en sagrado; muerte del soldado, no en la batalla, y entierro sin solemnidad.

2,30 Ex 21,13s; Dt 19,11-13.

2,35 Benayas y Sadoc son dos criaturas de David y Salomón. El segundo funda una dinastía sacerdotal que durará hasta el tiempo de los Macabeos (2 Mac 4,24); la coloca en la futura restauración (Ez 44,5). Véase también Eclo 51,12.

2,36-46 Semeí, dentro de la tribu de Benjamín, puede ser un elemento peligroso para el rey. Es recluido en una casa en Jerusalén, bien vigilado. Cuando cree que su culpa ha prescrito o que la vigilancia oficial ha aflojado, sale de su recinto y cae en la trampa. Después de un interrogatorio sumario, Salomón pronuncia la sentencia. Y su doble súplica, de bendición y maldición, invalida definitivamente la maldición que en otro tiempo pronunció Semeí. Salomón piensa en términos de su persona y de la dinastía.

2,46 Ningún miembro del partido de Adonías ha quedado con vida. Ahora comienza la gran tarea de consolidar la obra de David haciéndola progresar en los aspectos fundamentales de la vida ciudadana. Al reinado de signo militar de David sigue el reinado pacífico de Salomón en el que progresa la vida ciudadana: administración política, diplomada y comercio exterior, arte y literatura, religión. Esta será la gran contribución del nuevo rey. Su nombre lo ha predestinado para la tarea, su sabiduría le ayudará a realizarla.

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