Sentencia contra Jeroboán
141Por entonces cayó enfermo Abías, hijo de Jeroboán, 2y éste dijo a su mujer:
-Anda, disfrázate para que nadie se dé cuenta de que eres mi mujer y vete a Siló; allí está el profeta Ajías, el que me profetizó que yo sería rey de esta nación. 3Llévate diez panes, rosquillas y un tarro de miel, y preséntate ante él; él te dirá qué va a ser del niño.
4Así lo hizo; se puso en camino hacia Siló y entró en casa de Ajías. Ajías estaba casi ciego, tenía los ojos apagados por la vejez, 5pero el Señor le había dicho: <<Va a venir la mujer de Jeroboán a pedirte un oráculo sobre su hijo enfermo; le dices esto y esto>>. 6Llegó ella, haciéndose pasar por otra, y en cuanto Ajías sintió el ruido de sus pasos en la puerta, dijo:
-Adelante, mujer de Jeroboán. ¿A qué te haces pasar por otra? 7Tengo que darte una mala noticia. Ve a decirle a Jeroboán: Así dice el Señor, Dios de Israel: 8<<Yo te saqué de entre la gente y te hice jefe de mi pueblo, Israel, arrancándole el reino a la dinastía de David para dártelo a ti. Pero ya que tú no has sido como mi siervo David, que guardó mis mandamientos y me siguió de todo corazón, haciendo únicamente lo que yo apruebo, 9sino que te has portado peor que tus predecesores, haciéndote dioses ajenos, ídolos de metal, para irritarme, y a mí me has echado a la espalda, 10por eso yo voy a traer la desgracia a tu casa: te exterminará a todo israelita que mea a la pared, esclavo o libre, y barreré tu casa a conciencia, como se hace con el estiércol. 11A los tuyos que mueran en poblado los devorarán los peros y a los que mueran en descampado los devorarán las aves del cielo>>. Lo ha dicho el Señor: 12Y tú, hala, vete a tu casa; en cuanto pongas el pie en la ciudad, morirá el niño. 13Todo Israel hará luto por él y lo enterrarán, porque será el único de la familia de Jeroboán que acabe en un sepulcro; pues de toda su familia, sólo en él se puede encontrar algo que agrade al Señor, Dios de Israel. 14El Señor suscitará un rey de Israel que extermine la dinastía de Jeroboán. 15El Señor golpeará a Israel, que vacilará como un junco en el agua; arrancará a Israel de esta tierra fértil, que dio a sus padres, y los dispersará al otro lado del río, porque se hicieron estelas, irritando al Señor. 16Entregaré a Israel por los pecados que has cometido tú y has hecho cometer a Israel.
17La mujer de Jeroboán emprendió la marcha. Llegó a Tirsá, y cuando cruzaba el umbral de la casa, el niño murió. 18Todo Israel hizo luto por él y lo enterraron, como había dicho el Señor por su siervo el profeta Ajías.
19Para más datos sobre Jeroboán, sus batallas y su reinado, véanse los anales del Reino de Israel.
20Jeroboán reinó veintidós años. Murió, y su hijo Nadab le sucedió en el trono.
Roboán de Judá (931-914) -2 Cr 11-12-.
21Roboán, hijo de Salomón, subió al trono de Judá a los cuarenta años. Reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que eligió el Señor entre todas las tribus de Israel para establecer allí su Nombre. Su madre se llamaba Naamá, y era amonita.
22Los de Judá hicieron lo que el Señor reprueba. Provocaron sus celos, más que sus antepasados, con todos los pecados que cometieron; 23construyeron ermitas en los altozanos, erigieron cipos y estelas en las colinas elevadas y bajo los árboles frondosos; 24hubo incluso prostitución sagrada en el país; imitaron todos los ritos abominables de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas.
25El año quinto del reinado de Roboán, Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén. 26Se apoderó de los tesoros del templo y del palacio, se lo llevó todo, con los escudos de oro que había hecho Salomón. 27Para sustituirlos, el rey Roboán hizo escudos de bronce, y se los encomendó a los jefes de la escolta que vigilaban el acceso al palacio; 28cada vez que el rey iba al templo, los de la escolta los agarraban, y luego volvían a dejarlos en el cuerpo de guardia.
29Para más datos sobre Roboán y sus empresas, véanse los Anales del Reino de Judá. 30Hubo guerras continuas entre Roboán y
Explicación.
14,1-8 El episodio recuerda por su comienzo la visita de Saúl a la bruja de Endor. Ajías termina sus días en la ciudad del viejo santuario, llena de recuerdos de Samuel, y es como otro Samuel condenando al rey de Israel. Ajías está casi ciego, pero escucha agudamente y distingue los ruidos, escucha la voz interior del oráculo y ve el final trágico y próximo de la dinastía que él mismo ha instaurado. La consulta del rey es a la vez familiar y dinástica.
14,3 1 Sm 9,7s.
14,4 1 Sm 4,15.
14,8b-9 El lenguaje sobre los ídolos es deuteronómico: para esta escuela las imágenes de Yhwh son, sin más, ídolos, dioses ajenos. Es la infidelidad máxima que se puede pensar.
14,12 1 Re 15,29.
14,13 La muerte de niño es castigo del padre (recuérdese el primer hijo de David y Betsabé), no del hijo. El autor no se extraña de que muera un inocente. Más bien se trata de un favor: Dios lo preserva de la catástrofe general y le concede a él solo el honor póstumo del sepulcro.
14,14-16 Abandonando el estilo clásico del oráculo, el autor nos anticipa un resumen de la historia del reino: la caída de la primera dinastía, la inestabilidad permanente, el destierro final. Sobre toda la historia del reino septentrional pesa el pecado de Jeroboán como un mal que contagia y envenena.
14,21-28 De Roboán el autor escoge sólo la campaña del faraón Sisac. El faraón se gloria en una inscripción del templo de Karnak de haber conquistado localidades de Judá e Israel (sin hacer tal distinción).
El narrador quiere que nos fijemos en los contrastes: Salomón se casa con una hija del faraón, Robán tiene que someterse. Símbolo de la decadencia son esos escudos de oro: si el oro abundaba hasta quitarle valor a la plata, ahora el bronce es lo más preciado que le queda a Roboán, y aun eso lo tiene que custodiar con cautela.
14,22-24 La lista de pecados es bastante convencional, salvo el detalle de la prostitución sagrada (recuérdese Baal Fegor, Nm 25). De la decadencia religiosa proviene la decadencia política.
14,30 En sentido de hostilidades continuadas, no precisamente de batallas formales. Aunque es cierto que Roboán no supo aceptar el hecho de la división, con lo cual debilitó más su reino. 1 Re 12,24.
14,31 A pesar de todo, hay algo que continúa: Jerusalén sigue siendo la ciudad elegida, el rey es enterrado con los antepasados, le sucede su propio hijo. Aunque humillada, la dinastía de David vive de la promesa del Señor.
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