domingo, 12 de agosto de 2018

1 REYES. CAPÍTULO 12

EL CISMA: LOS REINOS

El cisma (2 Cr 10,1-11,4)

121Roboán fue a Siquén porque todo Israel había acudido allí para proclamarlo rey. 2(Cuando se enteró Jeroboán, hijo de Nabat -estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón-, volvió de Egipto, porque habían mandado a llamarlo). 3Jeroboán y toda la asamblea israelita hablaron a Roboán:
4-Tu padre nos impuso un yugo pesado. Aligera tú ahora la dura servidumbre a que nos sujetó tu padre y el pesado yugo que nos echó encima, y te serviremos.
5Él les dijo:
-Marchaos, y al cabo de tres días volved.
6Ellos se fueron y el rey Roboán consultó a los ancianos que habían estado al servicio de su padre, Salomón, mientras vivía:
-¿Qué me aconsejáis que responda a esa gente?
7Le dijeron:
-Si condesciendes hoy con este pueblo, poniéndote a su servicio, y le respondes con buenas palabras, serán siervos tuyos de por vida.
8Pero él desechó el consejo de los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían educado con él y estaban a su servicio. 9Les preguntó:
-Esta gente pide que les aligere el yugo que les echó encima mi padre. ¿Qué me aconsejáis que les responda?
10Los jóvenes que se habían educado con él le respondieron:
-O sea, que esa gente te ha dicho: <<Tu padre nos impuso un yugo pesado; aligéranoslo>>. Pues diles tú esto: <<Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre. 11Si mi padre os cargo un yugo pesado, yo os aumentaré la carga; que mi padre os castigó con azotes, yo os castigaré con latigazos>>.
12Al tercer día, la fecha señalada por el rey, Jeroboán y todo el pueblo fueron a ver a Roboán. 13Éste les respondió ásperamente; desechó el consejo de los ancianos, 14y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:
-Si mi padre os impuso un yugo pesado,
yo os aumentaré la carga;
que mi padre
os castigó con azotes,
yo os castigaré con latigazos.
15De manera que el rey no hizo caso al pueblo, porque era una ocasión buscada por el Señor para que se cumpliese la palabra que Ajías, el de Siló, comunicó a Jeroboán, hijo de Nabat.
16Viendo los israelitas que el rey no les hacía caso, le replicaron:
-¿Qué nos repartimos nosotros con David?
¡No heredamos juntos con el hijo de Jesé!
¡A tus tiendas, Israel!
¡Ahora, David, 
a cuidar de tu casa!
17Los de Israel se marcharon a casa; aunque los israelitas que vivían en las poblaciones de Judá siguieron sometidos a Roboán. 18El rey Roboán envió entonces a Adorán, encargado de las brigadas de trabajadores; pero los israelitas la emprendieron a pedradas con él hasta matarlo, mientras el rey montaba aprisa en su carroza para huir a Jerusalén. 19Así fue como se independizó Israel de la casa de David, hasta hoy.
20Cuando Israel oyó que Jeroboán había vuelto, mandaron a llamarlo para que fuera a la asamblea, y lo proclamaron rey de Israel. 21Con la casa de David quedó únicamente la tribu de Judá. Cuando Roboán llegó a Jerusalén, movilizó ciento ochenta mil soldados de Judá y de la tribu de Benjamín para luchar contra Israel y recuperar el reino para Roboán, hijo de Salomón. 22Pero Dios dirigió la palabra al profeta Semayas:
23-Di a Roboán, hijo de Salomón, rey de Judá, a todo Judá y Benjamín y al resto del pueblo: 24Así dice el Señor: <<No vayáis a luchar contra vuestros hermanos, los israelitas; que cada cual se vuelva a su casa, porque esto ha sucedido por voluntad mía>>.
Obedecieron la palabra del Señor y desistieron de la campaña, como Dios lo ordenaba.

El culto cismático

25Jeroboán fortificó Siquén, en la serranía de Efraín, y residió allí. Luego salió de Siquén para fortificar Penuel. 26Y pensó para sus adentros: <<Todavía puede volver el reino a la casa de David. 27Si la gente sigue yendo a Jerusalén para hacer sacrificios en el templo del Señor, terminarán poniéndose de parte de su Señor, Roboán, rey de Judá. Me matarán y volverán a unirse a Roboán, rey de Judá>>. 28Después de aconsejarse, el rey hizo dos becerros de oro y dijo a la gente:
-¡Ya está bien de subir a Jerusalén! ¡Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto!
29Luego colocó un becerro en Betel y el otro en Dan.
30Esto incitó a pecar a Israel, porque unos iban a Betel y otros a Dan. 31También edificó ermitas en los altozanos; puso de sacerdotes a gente de la plebe, que no pertenecían a la tribu de Leví. 32Instituyó también una fiesta el día quince del mes octavo, como la fiesta que se celebraba en Jerusalén, y subió al altar que había levantado en Betel a ofrecer sacrificios al becerro que había hecho. En Betel estableció a los sacerdotes de las ermitas que había construido en los altozanos. 33Subió al altar que había hecho en Betel el día quince del mes octavo (el mes que a él le pareció). Instituyó una fiesta para los israelitas y subió al altar a ofrecer incienso.

Explicación

12 Al comenzar la tercera generación, la monarquía comienza su decadencia con una rotura irremediable. No es que el sólido edificio se resquebraje por un accidente grave; más bien, la fractura revela que no era tan sólido el edificio.

A primera vista, tal como lo presenta el autor, se trató de una protesta contra las cargas fiscales, de impuestos u prestaciones personales. Ahora bien, esto era la ocasión para que actuasen causas más profundas.

La política fiscal de Salomón había puesto en movimiento la riqueza, los bienes importados; el oro había servido al prestigio del monarca y al orgullo de un pueblo que por fin se siente importante y bien representado. Pero los sacrificios prolongados que semejante política exigía despertaron los viejos recuerdos y la añoranza de una libertad perdida. Son los de la vieja generación los que recomiendan un cambio de política, sobre todo reducción de impuestos; al hacerlo emplean un lenguaje que nos hace recordar la esclavitud en Egipto: la "dura servidumbre" es precisamente lo que el faraón impuso a los israelitas. El pueblo que cuenta y canta la épica de su liberación de la esclavitud, ¿va a terminar esclavo de una especie de faraón interior? La amenaza de Samuel acerca de la monarquía se está cumpliendo demasiado pronto, y los representantes del pueblo vuelven a soñar con algo de lo perdido, aunque no piensen en renunciar al régimen monárquico.

Salomón fue escogido e impuesto por David mismo; con su prestigio personal pudo hacer aceptable la decisión. No sabemos si Roboán era el primogénito o fue designado por Salomón (el narrador no menciona aquí a otros hermanos rivales). En cualquier caso, una monarquía "constitucional" podría cambiar la dirección despótica peligrosamente introducida por Salomón.

Este puede ser el significado de la asamblea de Siquén. No Jerusalén, la nueva capital de la dinastía, tan vinculada a David, sino Siquén, la vieja ciudad cananea de las grandes asambleas generales de Israel, de la renovación de la alianza (Jos 24), la ciudad central que significaba el primer establecimiento pacífico en tierra de Canaán. El rey tiene que acudir a Siquén abandonando su ciudad, para que la asamblea representativa del pueblo lo "proclame rey". Siquén, como Hebrón, conserva recuerdos patriarcales; y en Hebrón, antes de la conquista de Jerusalén, los ancianos de Israel proclamaron rey a David.

La asamblea de Siquén significa una primera e importante concesión del rey: nada semejante sucedió con Salomón, y todavía tiene un carácter pacífico, de mutuo reconocimiento. Muy pronto saldrán a la superficie el descontento, los rencores, las envidias profundas. Al final, el grito de independencia no invocará razones tributarias, sino que denunciará la sustancia de la monarquía davídica, sentida como ajena, contrapuesta a la monarquía del benjaminita Saúl.

La división intenerna toma otras manifestaciones y denominaciones. Es el grupo del Israel auténtico contra Judá la usurpadora, es Siquén frente a Jerusalén, son los venerables santuarios frente a las pretensiones amenazadoras del templo, es el pueblo frente al exclusivismo clerical de la tribu de Leví, es el profetismo fiel al santuario de Siló. En todas estas fuerzas, bien controladas, se apoyará Jeroboán: señal de que eran las fuerzas motoras de la revuelta y la división.

¿Pudo haber conjurado Salomón el desastre, trabajando con más conciencia y acierto, con más "sabiduría", por fomentar la unidad nacional? ¿O se embriagó con su propio esplendor? Muerto él, ¿pudo Roboán conjurar el peligro y sanar la herencia amenazada? Parece que sí, que los representantes de Israel todavía querían preservar el reino unido, en condiciones más justas. Pero Roboán era criatura del lujo salomónico, crecido con las nuevas ideas cortesanas. Le faltó perspicacia y tacto, y precipitó los acontecimientos. Además -lo dice el narrador- estaba de Dios, que con su palabra profética imprimía un nuevo curso de la historia.

12,2-3 No está del todo clara la participación de Jeroboán en las nuevas negociaciones.

12,4 La queja contra el yugo pesado se repite cuatro veces. Los delegados imponen condiciones con autoridad: la desproporción enre prótasis (once palabras) y apódosis (una palabra) expresa el reparto de fuerzas.

12,7 Los ancianos aconsejan una línea de equilibrio entre ambas fuerzas: proponen, en realidad, un pacto de servicio mutuo. Es la forma constitucional de monarquía que preconiza el Deuteronomio (Dt 17), realizada por David en Hebrón (2 Sm 5,3).

12,10-11 La forma en verso parece recoger y aplicar un proverbio popular.

12,13-14 La actitud de Roboán no difiere mucho de la actitud del faraón frente a las reclamaciones de los israelitas esclavos, aunque sea diverso el lenguaje.

12,16 El apellido "hijo de Jesé" es polémico (lo empleaba de ordinario Saúl); pretende quitarle el título de rey y confinarlo a una familia insignificante. Su "casa" ya no es una dinastía, sino una familia aldeana. Repartirse la herencia es lo que hacen los hermanos del mismo padre; pero David ya no es hermano en la familia de Israel, porque ha querido arrebatar la parte de los demás. El sentimiento de las tribus crece hasta sumergir el sentimiento de unidad.

12,18 Adorán o Adonirán encarna la política odiosa de Salomón. No es un mediador de paz, sino la mano dura de la represión.

12,19 Eclo 47,21.23s.

12,21-24 La división se ha consumado. La historia mostrará que los israelitas del Norte se siguen considerando pueblo elegido, pueblo del Señor, incluso más que los del Sur, y el Señor no les negará su palabra profética.

Esta idea de una división y convivencia pacífica no entraba en la cabeza de Roboán; un autor escribiendo más tarde, introduce aquí el refrendo divino de la situación.

12,25 Penuel era una ciudad estratégica al otro lado del Jordán, con recuerdos de Jacob (Gn 32) y Gedeón (Jue 8). Jeroboán la fortificó para asegurarse la lealtad de las tribus de Transjordania y, quizá para mantener el vasallaje de Moab. Más tarde el nuevo rey trasladará su residencia a Tirsá.

12,27-30 Jeroboán no olvida el peso decisivo del factor religioso en la política: la lección la ha enseñado David. ¿Quién podrá competir con la magnificencia del templo salomónico? El rey procura contrarrestar esa fuerza de atracción, apelando a otros valores.

Uno es la antigüedad y tradición: Betel está ligado a Abrahán. Dan se remonta al tiempo de los Jueces, y es un centro de atracción para las tribus del norte. Segundo, el culto con imágenes, alestilo cananeo, atrae al pueblo con más fuerza que el culto sin imágenes de Jerusalén. Tercero, escoge entre el pueblo los sacerdotes, sin privilegios cortesanos: las relaciones familiares así creadas vincularán al pueblo con el nuevo culto. Cuarto, instituye una gran fiesta de peregrinación popular en otoño.

12,28 La expresión se lee a la letra en la narración del becerro de oro (Ex 32). Muchos suponen que tal narración está redactada posteriormente, con espíritu polémico contra el culto de Betel. Es una fórmula que reconoce al Señor como Dios y liberador del pueblo; subraya la historia y no la fecundidad de la tierra.

12,30 Para el autor que escribe cuando la reforma de Josías, éste es el pecado original del reino del norte: Jeroboán lo inicia, otros reyes lo repiten y continúan, la destrucción del reino le pondrá término. Junto a este pecado, la erección de santuarios en las colinas es simple agravante.

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