domingo, 12 de agosto de 2018

1 REYES. CAPÍTULO 13

El profeta de Judá

131En el momento en que Jeroboán, en pie junto al altar, se disponía a quemar incienso, llegó a Betel un hombre de Dios de Judá mandado por el Señor. 2Y gritó contra el altar, por orden del Señor:
-¡Altar, altar! Así dice el Señor: Nacerá un descendiente de David (llamado Josías) que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los altozanos que queman incienso sobre ti y quemará sobre ti huesos humanos.
3Y ofreció una señal:
-Esta es la señal anunciada por el Señor: El altar va a rajarse y se derramará la ceniza que hay encima.
4Cuando el rey oyó lo que gritaba el hombre de Dios contra el altar de Betel, extendió el brazo desde el altar, ordenando:
-¡Prendedlo!
Pero el brazo extendido contra el profeta se le quedó rígido, sin poder acercarlo al cuerpo, 5mientras el altar se rajaba y se derramaba la ceniza, que era la señal anunciada por el hombre de Dios en nombre del Señor. 6Entonces el rey suplicó al hombre de Dios:
-Por favor, aplaca al Señor, tu Dios, y reza por mí para que recupere el movimiento del brazo.
El hombre de Dios aplacó al Señor y el rey recuperó el movimiento del brazo, que le quedó como antes. 7Entonces el rey le dijo:
-Ven conmigo a palacio, cobra fuerzas, y te haré un regalo.
8Pero el hombre de Dios replicó:
-No iré contigo ni aunque me des medio palacio. No comeré ni beberé nada aquí, 9porque el Señor me ha prohibido comer, beber o volverme por el mismo camino.
10Luego se fue por otra ruta, sin volverse por el camino por donde había ido a Betel.
11Vivía en Betel un viejo profeta, y cuando sus hijos fueron a contarle lo que había hecho el hombre de Dios aquel día en Betel y lo que había dicho al rey, 12su padre les preguntó:
-¿Qué camino ha tomado?
Sus hijos le enseñaron el camino que había tomado el hombre de Dios venido de Judá, 13y él les ordenó:
-Aparejadme el burro.
14Se lo aparejaron, montó y marchó tras el profeta; se lo encontró sentado bajo una encina, y le preguntó:
-¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?
El otro respondió:
-Sí.
15Entonces le dijo:
-Ven conmigo a casa a tomar algo.
16Pero el otro respondió:
-No puedo volverme contigo, ni comer ni beber nada aquí, 17porque el Señor me ha prohibido comer o beber aquí o volverme por el mismo camino.
18Entonces el otro le dijo:
-También yo soy profeta, como tú, y un ángel me ha dicho por orden del Señor, que te lleve a mi casa para que comas y bebas algo.
19Así lo engañó; se lo llevó con él, y aquél comió y bebió en su casa. 20Pero cuando estaban sentados a la mesa, el Señor dirigió la palabra al profeta que lo había hecho volver, 21y éste gritó al hombre de Dios venido de Judá:
-Así dice el Señor: Por haber desafiado la orden del Señor, no haciendo lo que te mandaba el Señor, tu Dios, 22por volverte a comer y beber allí donde él te lo había prohibido, no enterrarán tu cadáver en la sepultura de tu familia.
23Después le aparejó el burro, y el otro se marchó. 24Pero por el camino le salió un león y lo mató. Su cadáver quedó tendido en la calzada, y el burro y el león se quedaron en pie junto a él. 25Unos caminantes vieron el cadáver tendido en la calzada y el león de pie junto al cadáver, y fueron a dar la noticia a la ciudad donde vivía el viejo profeta. 26Cuando éste lo supo, comentó:
-¡Es el hombre de Dios que desafió la orden del Señor! El Señor lo habrá entregado al león, que lo ha matado y descuartizado, como el Señor dijo.
27Luego ordenó a sus hijos:
-Aparejadme el burro.
28Se lo aparejaron. Marchó y encontró el cadáver tendido en la calzada; el burro y el león estaban en pie junto al cadáver; el león no había devorado el cadáver ni descuartizado al burro. 29El recogió el cadáver del hombre de Dios, lo acomodó sobre el burro y lo volvió a llevar a la ciudad, para hacerle los funerales y enterrarlo. 30Depositó el cadáver en su propia sepultura y le entonaron la elegía <<¡Ay hermano!>>. 31Después de enterrarlo, habló a sus hijos:
-Cuando yo muera, enterradme en la sepultura donde está enterrado este hombre de Dios; poned mis huesos junto a los suyos, 32porque ciertamente se cumplirá la imprecación que lanzó, por orden del Señor, contra el altar de Betel y todas las ermitas de los altozanos que hay en las poblaciones de Samaría.
33Pero después de esto, Jeroboán no se convirtió de su mala conducta y volvió a nombrar sacerdotes de los altozanos a gente de la plebe; al que lo deseaba, lo consagraba sacerdote de los altozanos. 34Este proceder llevó al pecado a la dinastía de Jeroboán, y motivó la destrucción y exterminio de la tierra.

Explicación.

13 Este capítulo está dominado por la palabra de Dios: la envía el Señor desde Judá por medio de un profeta anónimo, es más fuerte que el altar de piedra, más que el brazo del rey. Es anuncio y mandato: el anuncio se cumplirá, el mandato no cumplido se venga en un nuevo oráculo. La profecía traza un arco desde aquí a su cumplimiento en 2 Re 23,15-19; es una de las técnicas de composición de este libro.

13,1 Betel, por tradición y situación geográfica, fue prácticamente el santuario real (véase Am 7).

13,2 El sacrificio de los sacerdotes es a la vez castigo de ellos y profanación del altar (véase Ez 6,1-9).

13,3 El signo ofrecido anticipa de algún modo la futura profanación del altar: las cenizas contienen grasa derretida, que corresponde al Señor. Si se derrama, es que el Señor no acepta el sacrificio. Lv 3,16.

13,4 La orden del rey es un atentado a la palabra profética; pero el rey se convierte involuntariamente en nuevo signo; una ingeniosa aliteración sugiere la correspondencia.

13,5-6 El rey pone en acción otra función profética, la intercesión; en lo cual reconoce la misión del profeta y la validez de su palabra; inplícitamente reconoce al Señor que lo envió.

13,6 Ex 8,4-10; 9,28s.

13,7 El banquete podía significar la reconciliación, mientras que el regalo pagaba la intercesión eficaz. Era lógico aceptar.

13,8 Pero el profeta rehúsa, porque Dios se lo ha prohibido. ¿Cuál es el sentido de dicha prohibición? Quizá buscar razones no sea la manera mejor de comprender el mandato categórico del Señor. Nm 22,18s.

13,10 Hasta aquí se ha cumplido la orden del Señor en todos sus detalles. Aquí podría terminar el episodio. El narrador continúa con otro episodio íntimamente ligado al anterior y algo enigmático.

13,11 ¿Por qué tanto interés en extraviar a su colega? ¿Quería tentar su fidelidad? ¿Quería pervertirlo por celos? ¿Quería comprobar la validez del oráculo? Lo último parece más probable, a la luz del desenlace de la historia. Si el profeta seguía su camino, la obediencia a Dios autenticaba su misión; si el profeta desobedecía y quedaba impune, su misión era dudosa; si desobedecía y era castigado, su misión era auténtica. Esta explicación supone que al profeta no le habían bastado los dos signos contados por sus hijos, el del altar y el de la mano real.

De nuevo tenemos que comentar: este modo de buscar razones y explicaciones ¿es el modo mejor de comprender y explicar el extraño episodio? ¿No deberíamos más bien contemplar el dinamismo dialéctico de la palabra de Dios por encima de la lógica humana?

El autor que preservó aquí el relato parece que quería subrayar tal aspecto. Las narraciones proféticas son una de las características de este libro. Además el relato explica la razón de un sepulcro de dos profetas anónimos en Betel (2 Re 23).

13,18 Un "ángel" es simplemente un mensajero de parte del Señor. En este primer momento el profeta de Betel actúa como falso profeta: el encuentro es el primero de una larga cadena. Ez 13.

13,21-22 De repente Dios se apodera del profeta mentiroso y lo hace pronunciar un oráculo verdadero.

13,24 Esa guardia fúnebre de los dos animales reconciliados sabe a leyenda hagiográfica. Como la piedra del altar obedeció a la palabra del Señor, así obran los animales hasta donde Dios les permite. (El león es animal emblemático de Judá, pero el autor no parece advertir la coincidencia).

13,28 Job 12,7.9

13,30 Es el comienzo de una elegía conocida (véase Jr 22,18).

13,32 El raciocinio parece ser: si el león lo ha matado, el mandado del Señor era auténtico; si el mandato era auténtico, también lo eran la misión y el oráculo; en tal caso, es un honor ser enterrado junto a tal profeta.

El oráculo se refería al altar de Betel; el autor posterior ha añadido los altozanos e introducido el nombre de Samaría, que en tiempo del oráculo todavía no se usaba. 2 Re 23,16-18

13,33-34 La nota final es un sumario que generaliza y simplifica: el altar de Betel entra en la categoría de un altozano más. No es la explicación ordinaria.

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