domingo, 12 de agosto de 2018

1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. PRINCIPIO TEOLÓGICO.

a) La historia del pueblo y de la monarquía se desarrolla bajo el signo de la alianza. Esta constituye a Israel en pueblo de Dios y le exige fidelidad total al Señor y cumplimiento de sus mandatos. Fidelidad y cumplimiento se pagan con bendiciones, rebeldía y desobediencia se pagan con maldiciones. Es un principio de retribución no de acuerdo con un código natural y "objetivo", sino basado en la relación personal del pueblo con su Dios.

Por eso es tan importante la fidelidad exclusiva e incondicional al Señor, por encima y por debajo del cumplimiento de los mandatos individuales. Esta fidelidad se puede llamar "el primer mandamiento", que los incluye todos en forma de actitud.

La fidelidad al Señor toma al principio la forma de veneración y culto exclusivo a un solo Dios, eliminando dioses extranjeros, o idolatría, o sincretismo; ese culto se puede y debe celebrar en santuarios locales o bien en un santuario central que reúna a los confederados en ocasiones solemnes. Estas pueden ser renovación de la alianza, peregrinaciones anuales, reuniones en momentos de crisis. De todo esto dan testimonio los libros de Josué, Jueces, Samuel y también el nuestro.

b) Pero sucede muy pronto que la fidelidad exclusiva está amenazada por diversas formas de sincretismo en los santuarios locales: dioses y cultos de fertilidad, introducción de dioses extranjeros, culto con imágenes prohibidas; entonces surgió la idea de atacar la raíz del mal, purificando constantemente esos cultos locales y hasta extirpándolos con una fuerte centralización del culto. Llegados a este momento, el culto exclusivo a un solo Señor toma la forma de culto en un solo templo.

Indudablemente, las deformaciones de los cultos locales influyeron en la historia de los dos reinos, con efectos religiosos y también políticos. El autor toma el resultado final, la unificación del culto, y lo erige en criterio de interpretación y valoración de toda la historia precedente. Como se ve, es un procedimiento que proyecta hacia atrás un punto de vista, juzgando el pasado según una ley aún no promulgada (en este sentido es un juicio anacrónico); es además un procedimiento que simplifica los hechos (en este sentido es un juicio simplista). Por tanto, ¿lo rechazamos? Más bien debemos leerlo con clara conciencia de su limitación, y sobre todo debemos completarlo con nuestra reflexión y la lectura de textos proféticos, como Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías, Ezequiel.

c) O sea, el gran principio de la fidelidad al Señor se desdobla en un sistema bipolar: un mandato originario, equipado con bendiciones y maldiciones, rige la historia sucesiva; una aplicación posterior, la centralización del culto, explica y mide la historia precedente. El sistema funciona con poco rigor: por una parte, bendiciones y maldiciones son una orientación, un dato importante en las relaciones del Señor con su pueblo; no lo son todo ni son lo último ni se aplican de modo mecánico; por otra parte, el criterio posterior se sobrepone a los hechos sin configurarlos realmente ni explicarlos en profundidad.

d) Así llegamos a la característica principal de esta obra, que es la tensión. El trabajo de unificación resulta superpuesto, no llega a configurar el material histórico y literario incorporado. Falta la unidad de redacción, porque la obra no ha sido escrita o compuesta a partir de una visión teológica previa; los relatos habían sido escritos o compuestos antes, y el autor ha tenido el buen sentido histórico y artístico de respetarlos e incorporarlos a su obra.

Es verdad que el principio teológico ha llevado a eliminar mucho material y que bastantes veces el esquema devora los hechos. No pocas veces el hecho contrasta con el esquema o lo desborda. Por ejemplo, el rey piadoso se malogra, mientras que el rey impío tiene un largo reinado, el rey justo fracasa y el rey malvado prospera; el autor no disimula la contradicción. Más interesante son los casos en que las narraciones desbordan simplemente el esquema: son los momentos mejores del libro. Testimonian la fuerza de los hechos, la voluntad de recuerdo popular o de gremios, el genio o talento de narradores anónimos, la existencia de tradiciones orales ya fijadas o de documentos que merecían conservarse. Ejemplo sobresaliente es el ciclo de Elías.

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