domingo, 12 de agosto de 2018

1 REYES. CAPÍTULO 20

Batallas contra Benadad de Siria

201Benadad, rey de Siria, concentró todas sus tropas, y acompañado de treinta y dos reyes vasallos, con caballería y carros, marchó a sitiar Samaría y asaltarla. 2Mandó a la ciudad una embajada para Ajab de Israel con este mensaje:
3-Así dice Benadad: Dame tu plata y tu oro; quédate con tus mujeres y niños.
4El rey de Israel respondió:
-Como vuestra majestad ordene. Soy vuestro con todo lo que tengo.
5Pero los embajadores volvieron con un nuevo mensaje:
-Así dice Benadad: Mando a decirte que me des tu plata y tu oro, tus mujeres y niños. 6Bien, mañana a estas horas te enviaré mis oficiales a registrar tu palacio y los de tus ministros; echarán mano a lo que más quieres y se lo llevarán.
7El rey de Israel convocó a los senadores del país y les dijo:
-Fijaos bien cómo ése busca mi mal. Me reclama mis mujeres e hijos, mi plata y mi oro, y eso que no me negué.
8Todos los senadores y el pueblo le respondieron:
-No le hagas caso, no le obedezcas.
9Entonces dio esta respuesta a los embajadores de Banadad:
-Decid a su majestad: Haré lo que me dijiste por primera vez; pero esto otro no puedo hacerlo.
10Los embajadores marcharon a llevar la respuesta. Entonces Benadad le envió este mensaje:
-Que los dioses me castiguen si hay en Samaría polvo bastante para que cada uno de mis soldados pueda tomar un puñado.
11Pero el rey de Israel contestó:
-Decidle que nadie canta victoria al ceñirse la espada, sino al quitársela.
12Benadad estaba bebiendo en las tiendas con los reyes, y en cuanto oyó las respuesta, ordenó a sus oficiales:
-¡A vuestro puesto!
Y se apostaron frente a la ciudad.
13Mientras tanto, a Ajab de Israel se le presentó un profeta, que le dijo:
-Así dice el Señor: <<¿Ves todo ese ejército inmenso? Te lo entregaré hoy mismo para que sepas que yo soy el Señor>>.
14Ajab preguntó:
-¿Por medio de quién?
Respondió el profeta:
Así dice el Señor: <<Por los asistentes de los gobernadores>>.
Ajab preguntó:
-¿Y quién ataca primero?
Respondió:
-Tú.
15Ajab pasó revista a los asistentes de los gobernadores, que eran doscientos treinta y dos, y a continuación al ejército israelita: siete mil hombres. 16A mediodía hicieron una salida, mientras Benadad estaba emborrachándose en las tiendas con los treinta y dos aliados. 17Abrían la marcha los asistentes de los gobernadores, y a Benadad le llegó este aviso:
-Ha salido gente de Samaría.
18Ordenó:
-Si han salido en son de paz, apresadlos vivos, y si han salido en plan de guerra, apresadlos vivos también.
19Decíamos que habían salido de la ciudad los asistentes de los gobernadores, y el ejército tras ellos, 20cada uno mató a un enemigo, y los sirios huyeron perseguidos por Israel; Benadad, rey de Siria, escapó a caballo con algunos jinetes. 21Entonces salió el rey de Israel, derrotó a los caballos y carros e infligió a los sirios una gran derrota.
22El profeta se acercó al rey y le dijo:
-Hala, conserva tu ventaja y haz bien tus planes, porque el año que viene volverá a atacarte el rey de Siria.
23Por su parte, los ministros del rey de Siria propusieron:
-Su Dios es un dios de montaña; por eso nos vencieron. A lo mejor, si les damos la batalla en el llano, los vencemos. 24Haz lo siguiente: depón a todos esos reyes y sustitúyelos por gobernadores. 25Junta luego un ejército como el que has perdido, otros tantos caballos y carros; les presentamos batalla en el llano, y malo será que no los venzamos.
26Benadad les hizo caso y actuó así. Al año siguiente pasó revista a los sirios y marchó a Afec* para luchar contra Israel. 27Los israelitas, después de pasar revista y aprovisionarse, salieron a su encuentro y acamparon frente a ellos; parecían un hato de cabras, mientras que los sirios cubrían la llanura.
28El profeta se acercó a decir al rey de Israel:
-Así dice el Señor: <<Por haber dicho los sirios que el Señor es un dios de montaña y no de llanura, te entrego ese ejército inmenso, para que sepáis que yo soy el Señor>>.
29Siete días estuvieron acampados a frente. El día séptimo trabaron batalla, y en un solo día los israelitas les mataron a los sirios cien mil de infantería. 30Los supervivientes huyeron a Afec, pero la muralla se derrumbó sobre los veintisiete mil hombres que quedaban.
Mientras tanto, Benadad, que había huido, se metió en la ciudad, de casa en casa. 31Sus ministros le dijeron:
-Mira, hemos oído que los reyes de Israel son misericordiosos. Vamos a ceñirnos un sayal y atarnos una cuerda en la cabeza, y nos rendimos al rey de Israel.
A lo mejor te perdona la vida.
32Se ciñeron un sayal, se ataron una cuerda a la cabeza y se presentaron al rey de Israel, diciendo:
-Tu siervo Benadad pide que le perdones la vida.
El rey dijo:
-¿Vive todavía? ¡Es mi hermano!
33Aquellos hombres se las prometieron felices, y tomándole al punto por la palabra, contestaron:
¡Benadad es hermano tuyo!
Ajab dijo:
-Id a traerlo.
34Cuando llegó, Ajab lo subió a su carroza, y Benadad le dijo:
-Te devolveré las poblaciones que mi padre arrebató al tuyo. Y en Damasco te cederé un barrio, como lo tenía mi padre en Samaría. Con este pacto déjame ir libre.
Ajab firmó un pacto con él y lo dejó en libertad.
35Uno de la comunidad de profetas dijo a un compañero, por orden del Señor:
-¡Pégame!
36El otro se negó, y entonces le dijo:
-Por no haber obedecido la orden del Señor, te matará un león en cuanto te separes de mí.
Y cuando se alejaba, lo encontró un león y lo mató.
37Aquel profeta encontró a otro hombre, y le dijo:
-¡Pégame!
El hombre le pegó y lo dejó maltrecho.
38El profeta se puso a esperar al rey en el camino, disfrazado con una venda en los ojos. 39Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó:
-Tu servidor avanzaba hacia el centro de la batalla, cuando un hombre se acercó y me entregó otro hombre, diciéndome: <<Guarda a éste; si desaparece, lo pagarás con la vida o con dinero>>. 40Pues bien, mientras yo estaba ocupado de acá para allá, el otro desapareció.
El rey de Israel le dijo:
-¡Está clara la sentencia! Tú mismo la has pronunciado.
41Entonces el profeta se quitó de golpe la venda de los ojos (el rey de Israel se dio cuenta de que era un profeta) 42y dijo al rey:
-Así dice el Señor: <<Por haber dejado escapar al hombre que yo había consagrado al exterminio, pagarás su vida con tu vida y su ejército con tu ejército>>.
43El rey de Israel marchó a casa triste y afligido, y entró en Samaría.

Explicación.

20En este capítulo parece tratarse simplemente de guerras entre Israel y Damasco; pero el capítulo 22 continúa la serie con un dato importante, la alianza militar de Israel con Judá. Tenemos que contemplar un panorama más amplio para comprender los cambios de situación y de alianzas.

El interés primordial de Damasco es el comercio. Dentro de casa, una monarquía establecida en el gran oasis procura unificar bajo su dominio una multitud de reyes o jeques del ancho territorio de Siria. Hacia fuera, le conviene la sumisión de Israel, o al menos un tratado ventajoso. Mientras Judá e Israel se peleaban, hemos visto que Damasco podía vencer la balanza. Si apoyaba a Israel, éste pdía poner en grave peligro al reino hermano; si retiraba su apoyo, Judá podía liberarse del vecino septentrional. Era un juego político bastante simple.

Bajo Ajab de Israel y Josafat de Judá se realiza por fin la reconciliación: el hijo de Josafat se casa con una hija de Ajab, se firma un tratado algo desigual, por el que Judá se obliga a prestaciones militares, mientras Israel se reserva la iniciativa. Ahora están Israel y Judá contra Damasco. Y el esquema se repite a mayor escala: por encima de ellos crece otro poder que pretende imponer su hegemonía aprovechando las divisiones. Es Asiria. Cuando Asiria aprieta en Damasco, Israel y Judá pueden respirar tranquilos y recobrar posiciones; cuando Asiria cede, Damasco puede reanudar su expansión con miras comerciales.

Asiria, que se asomó a la historia a fines del siglo XII, en la persona de su rey Tiglat Piléser I, y que ha dormido casi dos siglos, vuelve a despertarse con deseos de poder. Su expansión la lleva hacia Occidente, hacia el mar; en el camino se encuentra con las tribus arameas y la capital Damasco; después puede continuar hacia Jamat y Fenicia.

El rey de Israel tiene que medir muy bien sus golpes: tiene que debilitar a Damasco, para poder subsistir; tiene que ceder y no destruirla, para que Damasco le pueda parar los golpes más dañinos de Asiria. Por ahora Judá no puede tomar la iniciativa, aunque está interesada en el juego. Fenicia parece que se salva con tributos extraordinarios, sin aceptar el papel de beligerante. ¿Y si un día Damasco se une a Israel para atacar a Judá? Quizá Josafat ha visto el peligro potencial (insinuado en tiempos de Basá y Asá), y ello en parte lo ha movido a la alianza con Israel. Los hermanos hacen las paces: ¿hasta cuándo?

Los documentos asirios (anales y primas inscritos) completan nuestra información, y en el caso de Ajab la complican. Hay un dato preciso: el año 853, Salmanasar III derrota en Qarqar una coalición de Damasco, Jamat, reyes heteos (Haití) y Ajab de Israel ¿Cómo se reconcilia esa coalición con Damasco, con las luchas contra Damasco que narra el texto bíblico? Se han propuesto diversas soluciones: que el capítulo originariamente no se refería a Ajab, que sucedieron cambios rápidos e interinos en el tablero de las alianzas, un error en la información asiria, que nombra a Ajab cuando se trata de un sucesor.

El Ajab de los capítulos 20 y 22 es un rey valeroso, que consulta a su pueblo y se siente apoyado por los profetas de Yhwh -en ausencia de Elías, otros profetas cumplen sus funciones-. Es además un rey que sabe apreciar la situación política internacional.

20,1 Parece que se trata de Benadad II. Los 32 reyes son jeques o jefes de tribu, vasallos del rey de Damasco. Si se dispone a sitiar Samaría, es que ya ha conquistado la zona septentrional.

20,4 El pago del tributo equivale a un acto de vasallaje.

20,6 Habla de las mujeres del harén real. La investigación personal es muy humillante.

20,14 Otros suponen que se trata de fuerzas de choque con armadura ligera, que al avanzar no dan la impresión de un ataque en regla.

20,20 Jue 4,15-17.

20,22 Esto indica que la derrota no ha sito tan grave.

20,23 Ex 15,17; Dt 32,13.

20,24 La participación de los jeques con su guardia o sus tropas propias no permitía una organización militar unificada. Los ministros proponen que el rey implante un nuevo sistema de reclutamiento y mando.

20,26 * = El Cerco. 1 Sm 4.

20,28 Aparte los números fantásticos, el proceso de la batalla es comprensible. Los sirios se acuartelan en la ciudad amurallada; al cabo de siete días de inacción hacen una salida que resulta catastrófica. Corren a refugiarse en la ciudad y se apostan en la muralla para defenderse. Los israelitas logran derribar un lienzo de muralla, que aplasta a los defensores, penetran en la ciudad y van en busca de los jefes. No hay que olvidar el tamaño reducido de las ciudades antiguas. El narrador va despejando y concentrando la escena: en el llano, en la muralla, en una casa.

20,31 Los ministros se presentan desarmados y con vestido penitencial, el rey se llama siervo o vasallo.

20,32 Hermano, es decir, aliado. Sal 18,45.

20,33 Al subirlo a su carroza demuestra públicamente su deseo de paz. 1 Re 15,20.

20,35 Para el profeta esa alianza es condenable, porque supone desobediencia al Señor: contra algún oráculo específico no mencionado, o contra una ley de la guerra; recuérdese el caso de Agag, rey de Amalec (1 Sm 15). La vida del rey enemigo es propiedad del Señor, y no le toca al rey de Israel matar o perdonar la vida, sino cumplir la orden del Señor. Es la enseñanza que propone la acción simbólica y el caso ficticio. En caso de perdonarle la vida, Ajab no tenía derecho a soltar el depósito que el Señor le había puesto "en las manos".

20,42 1 Sm 15.

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