El autor tiene como horizonte de su libro el pueblo de Israel unido o dividido. Si cruza la frontera nacional, es porque algún personaje extranjero se ha metido en el espacio o el tiempo de los israelitas. Pero le falta la visión de conjunto, la capacidad de situar la historia nacional en el cuadro de la historia internacional. Quizá por falta de información, o por falta de interés, o por principio.
A un narrador popular de las gestas de un héroe no le pedimos un horizonte universal, ni siquiera supranacional; nos bastan los personajes inmediatos de la acción, en concentración épica o dramática. A un autor que escribe una historia de conjunto, disponiendo de fuentes oficiales y trabajando con perspectiva temporal, le pediríamos una conciencia más refleja de la política internacional.
Por ejemplo, Asiria está determinando por muchos años la historia de todos los reinos de Oriente, mediata o inmediatamente, sin embargo, el narrador nos presenta este nuevo personaje solamente cuando pone pie en territorio de Israel. Los profetas escritores de aquella época tuvieron un horizonte más amplio.
Y al faltar dicho horizonte amplio, falta la motivación compleja de muchos hechos que el autor cuenta o recoge. Es decir, se reduce su horizonte de explicación causal. Podemos decir que era el modo de la época; el arte de escribir la historia todavía no había adquirido nuestro sentido de perspectiva; demasiado hicieron los narradores bíblicos y el autor final. Esta es una excusa válida; pero a la hora de explicar la obra, tenemos que ensanchar el horizonte y utilizar material complementario, para comprender mejor los hechos y su sentido.
Así trabajamos conjuntamente en tres niveles: el nivel de los hechos sucedidos, de los personajes reales con sus motivaciones; a este nivel llegamos mediatamente. El nivel del texto en su realidad literaria, que podemos captar en la primera lectura y podemos ahondar con el análisis; a este nivel llegamos inmediatamente en la obra, o mediatamente en la traducción. El nivel de la comprensión teológica: del protagonismo discreto de Dios, del hombre y su historia que discurren ante Dios; a este nivel llegamos por el texto, por lo que el autor dice expresamente, por lo que presenta, por lo que calla, por la estructura de la obra; este tercer nivel quedará bien nivelado si lo miramos con la perspectiva de Cristo. Esto nos lleva a la última palabra.
Conversión y esperanza. A lo largo de la historia retorna con insistencia el tema de la conversión del pueblo y el perdón de Dios. Exigencia de conversión y profesión de esperanza. La fidelidad del pueblo no es lo último, la fidelidad de Dios la abarca y desborda. La destrucción no es lo último, la historia continúa. No sólo la historia universal -que continúa cuando desaparece Asiria-, sino la historia de Israel como pueblo de Dios. El autor no quiere contar la historia de un pueblo desaparecido, sino que habla a los hijos y nietos, llamados a continuar la historia dramática. No por méritos del pueblo, sino por la fidelidad de Dios, quedan más capítulos por vivir y por escribir.
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