domingo, 12 de agosto de 2018

1 REYES. CAPÍTULO 18

Juicio de Dios en el Carmelo

181Pasó mucho tiempo. El año tercero dirigió el Señor la palabra a Elías:
-Preséntate a Ajab, que voy a mandar lluvia a la tierra.
2Elías se puso en camino para presentarse a Ajab.
3El hambre apretaba en Samaría, y Ajab llamó a Abdías, mayordomo de palacio (Abdías era muy religioso, 4y cuando Jezabel mataba a los profetas del Señor, él recogió a cien profetas y los escondió en dos cuevas en grupos de cincuenta, proporcionándoles comida y bebida), 5y le dijo:
-Anda, vamos a recorrer el país, a ver todos los manantiales y arroyos; a lo mejor encontramos pasto para conservar la vida a caballos y mulos sin que tengamos que sacrificar el ganado.
6Se dividieron el país: Ajab se fue por su lado y Abdías por el suyo. 7Y cuando Abdías iba de camino, Elías le salió al encuentro. Al reconocerlo, Abdías cayó rostro en tierra y le dijo:
-Pero ¿eres tú, Elías, mi Señor?
8Elías respondió:
-Sí. Ve a decirle a tu amo que está aquí Elías.
9Abdías respondió:
-¿Qué pecado he cometido para que me entregues a Ajab y me mate? 10¡Vive el Señor, tu Dios! No hay país ni reino adonde mi amo no haya enviado gente a buscarte, y cuando le respondían que no estabas, hacía jurar al reino o al país que no te encontraban. 11¡Y ahora tú me mandas que vaya a decirle a mi amo que aquí está Elías! 12Cuando yo me separe de ti, el espíritu del Señor te llevará no sé dónde: yo informe a Ajab, pero luego no te encuentra, y me mata. 13Y tu servidor respeta al Señor desde joven. ¿No te han contado lo que hice cuando Jezabel mataba a los profetas del Señor? Escondí dos grupos de cincuenta en dos cuevas y les proporcioné comida y bebida. 14¡Y ahora tú me mandas que vaya a decirle a mi amo que está aquí Elías! ¡Me matará!
15Elías respondió:
-¡Vive el Señor de los ejércitos, a quien sirvo! Hoy me va a ver.
16Entonces Abdías fue en busca de Ajab y se lo dijo. Ajab marchó al encuentro de Elías, 17y al verlo le dijo:
-¿Eres tú, ruina de Israel?
18Elías le contestó:
-¡No he arruinado yo a Israel, sino tú y tu familia, por dejar los mandatos del Señor y seguir a los baales! 19Ahora manda que se reúna en torno a mí todo Israel en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, comensales de Jezabel.
20Ajab despachó órdenes a todo Israel, y los profetas se reunieron en el monte Carmelo. 21Elías se acercó a la gente y dijo:
-¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas? Si el Señor es el verdadero Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal.
22La gente no respondió una palabra. Entonces Elías les dijo:
-He quedado yo solo como profeta del Señor, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta. 23Que nos den dos novillos: vosotros elegid uno, que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña sin prenderle fuego; yo preparé el otro novillo y lo pondré sobre la leña sin prenderle fuego. 24Vosotros invocaréis a vuestro dios y yo invocaré al Señor, y el dios que responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero.
Toda la gente asintió:
-¡Buena idea!
25Elías dijo a los profetas de Baal:
-Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, porque sois más. Luego invocad a vuestro dios, pero sin encender el fuego.
26Agarraron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando a Baal desde la mañana hasta mediodía:
-¡Baal, respóndenos!
Pero no se oía una voz ni una respuesta, mientras brincaban alrededor del altar que habían hecho.
27Al mediodía, Elías empezó a reírse de ellos:
-¡Gritad más fuerte! Baal es dios, pero estará meditando, o bien ocupado, o estará de viaje. ¡A lo mejor está durmiendo y se despierta!
28Entonces gritaron más fuerte, y se hicieron cortaduras, según su costumbre, con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre por todo el cuerpo. 29Pasado el mediodía, entraron en trance, y así estuvieron hasta la hora de la ofrenda. Pero no se oía una voz, ni una palabra, ni una respuesta. 30Entonces Elías dijo a la gente:
-¡Acercaos!
31Se acercaron todos, y él reconstruyó el altar del Señor, que estaba demolido: tomó doce piedras, una por cada tribu de Jacob (a quien el Señor había dicho: <<Te llamarás Israel>>); 32con las piedras levantó un altar en honor del señor, hizo una zanja alrededor del altar, como para sembrar dos fanegas; 33apiló la leña, descuartizó el novillo, lo puso sobre la leña 34y dijo:
-Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre la víctima y la leña.
Luego dijo:
-¡Otra vez!
Y lo hicieron otra vez.
Añadió:
-¡Otra vez!
35Y lo repitieron por tercera vez. El agua corrió alrededor del altar, e incluso la zanja se llenó de agua.
36Llegada la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y oró:
-¡Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel! Que se vea hoy que tú eres el Dios de Israel y yo tu siervo, que he hecho esto por orden tuya. 37Respóndeme, Señor, respóndeme, para que sepa este pueblo que tú, Señor, eres el Dios verdadero y que eres tú quien les cambiará el corazón.
38Entonces el Señor envió un rayo, que abrasó la víctima, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja. 39Al verlo, cayeron todos, exclamando:
-¡El Señor es el Dios verdadero! ¡El Señor es el Dios verdadero!
40Elías les dijo:
-Agarrad a los profetas de Baal. Que no escape ninguno.
Los agarraron. Elías los bajó al torrente Quisón y allí los degolló.
41Elías dijo a Ajab:
-Vete a comer y a beber, que ya se oye el ruido de la lluvia.
42Ajab fue a comer y a beber, mientras Elías subía a la cima del Carmelo; allí se encorvó hacia tierra, con el rostro en las rodillas, 43y ordenó a su criado:
-Sube a otear el mar.
El criado subió, miró y dijo:
-No se ve nada.
Elías ordenó:
-Vuelve otra vez.
44El criado volvió siete veces, y a la séptima dijo:
-Sube del mar una nubecilla como la palma de una mano.
Entonces Elías mandó:
-Vete a decirle a Ajab que enganche y se vaya, no le pille la lluvia.
45En un instante se encapotó el cielo con nubes empujadas por el viento y empezó a diluviar. Ajab montó en el carro y marchó a Yezrael. 46Y Elías, con la fuerza del Señor, se ciñó y fue corriendo delante de Ajab, hasta la entrada de Yezrael.


Explicación.

18,1-18 Por tercera vez la palabra de Dios pone en movimiento a su profeta; esta vez para que vuelva a presentarse al rey. El narrador difiere el encuentro de Elías con el rey, no sólo para crear tensión, sino, más aún, para suministrar una información que hará más dramático el encuentro. El profeta se juega la vida si vuelve a presentarse al rey; con semejante riesgo tiene que cumplir la orden del Señor. A su vez el profeta exige a Abdías que participe en el mismo riesgo.

El rey, que considera a Elías causante de la sequía, espera quizá que matando al profeta podrá anular la maldición que pesa sobre la tierra. No hay indicios para pensar que Ajab se haya convertido a la religión de su mujer (ha puesto nombres yahvistas a sus hijos), aunque está claro que no se atreve a contradecirla.

18,5 Esa preocupación del rey por sus caballos y mulos, mientras la gente pasa hambre, nos disgusta; no sabemos si el autor comparte nuestro sentir.

18,10-12 Abdías sabe que Elías es un profeta a quien el espíritu mueve y agita. Con rapidez y perspicacia ve por adelantado el desarrollo de los sucesos hasta su propia muerte.

18,12  2 Re 2,16.

18,15 Con este juramento puede convencerse Abdías de que Elías no pretende escapar; por lo cual, el anuncio que lleva al rey puede ser un tanto a su favor.

18,17 El mote empleado por el rey, "ruina de Israel", trae un recuerdo ominoso (a quien ha leído los libros anteriores): se trata de Acor, el que robó algo de lo consagrado y puso al pueblo bajo la execración (Jos 7).

18,19-40 En el nuevo episodio pasamos de los baales al Baal de Tiro, de la casa real a todo Israel. Ha llegado el momento de la gran decisión, frente a infidelidades, compromisos y componendas. Nos viene a la memoria no tanto Moisés en el Sinaí, cuanto Josué en Siquén (Jos 24), exigiendo al pueblo una decisión religiosa tajante.

El monte Carmelo tiene algo de espinazo que divide oblicuamente el reino en dos mitades, con una vertiente encarando el norte, y otra encarando el sur (que son izquierda y derecha en la orientación israelítica); algo así como las dos direcciones del Ebal y el Garizín (Jos 8,30-35). En este momento se va a celebrar el gran juicio de Dios, especie de ordalía, oficiado por su profeta.

18,21 Sin introducciones, la primera frase plantea la necesidad de elegir. El pueblo piensa que siempre será útil asegurarse el apoyo de las dos divinidades, Baal y Yahvé; Elías se burla de semejante pretensión con un juego de palabras. Apela, implícitamente, al primer mandamiento: el Señor no admite otro dios frente a sí. Intentar el dualismo es considerarlos o convertirlos a los dos en muletas (o ramas).

18,22 El pueblo no responde: porque la alternativa no admite respuesta, o porque tiene miedo a decidirse. El silencio es un factor importante de esta narración: incluso el verdadero Dios responderá sin palabras. El verbo ´nh´(= responder) se repite ocho veces en el relato. Un eje semántico de la perícopa es la oposición gritos / silencio. También contrasta la calma de Elías, uno solo, con la agitación orgiástica de cuatrocientos cincuenta.

18,23-24 El fuego es el rayo. El dios que lo envíe demostrará ser el dios cósmico, señor también de la lluvia y las cosechas. Será también el Señor que decide la validez de los sacrificios, aceptando o rechazando; por tanto, es inútil ofrecer víctimas a otros dioses.

18,27 La burla de Elías ilustra los límites impuestos al uso del antropomorfismo para representar a Dios. También nos enseña cómo un símbolo se puede usar correctamente y con valor despectivo: los israelitas pueden gritar al Señor que despierte y vuelva (Sal 44,24; 73,20). Subraya la burla el hecho de que ya es mediodía.

18,29 1 Sm 10,5.

18,31-33 La intervención de Elías está descrita con detalles que retrasan el desenlace y tensan la atención; en contraste con los derviches, todas sus acciones son calculadas, ejecutadas con orden y control. Aparte su función específica, los elementos parecen poseer función simbólica: el agua, el fuego, la montaña. El fuego, que es elemento divino, vence al agua que los hombres le oponen. En otro contexto y con otra referencia, comentará Sab 19,20: "El fuego acrecentaba su propia virtud en el agua y el agua olvidaba su condición de extintor".

18,38 La respuesta sucede en silencio: el rayo sin el acompañamiento normal de trueno. Los cinco complementos muestran el poder de ese fuego divino sobre todos los elementos: animales, madera, piedra, tierra, agua. Lv 9,24.

18,46 Elías parece movido por el ímpetu del espíritu: atraviesa la llanura de Esdrelón, como arrebatado por un viento, más veloz que la carroza de Ajab.

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