- 1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. TEMA Y DISPOSICIÓN.
- 1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. ELEMENTOS DE UNIFICACIÓ...
- 1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. PRINCIPIO TEOLÓGICO.
- 1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. VALORES LITERARIOS.
- 1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. HORIZONTE HISTÓRICO.
- 1 Y 2 REYES. INTRODUCCIÓN. CRONOLOGÍA DE "REYES"
- 1 REYES. CAPÍTULO 1
- 1 REYES. CAPÍTULO 2
- 1 REYES. CAPÍTULO 3
- 1 REYES. CAPÍTULO 4
- 1 REYES. CAPÍTULO 5
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- 1 REYES. CAPÍTULO 8
- 1 REYES. CAPÍTULO 9
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- 1 REYES. CAPÍTULO 21
- 1 REYES. CAPÍTULO 22
miércoles, 21 de noviembre de 2018
1 REYES. ÍNDICE.
domingo, 12 de agosto de 2018
1 REYES. CAPÍTULO 22
El profeta Miqueas (2 Cr 18)
221Pasaron tres años sin que hubiera guerra entre Siria e Israel. 2Pero el tercer año, Josfat, rey de Judá, fue a visitar al rey de Israel, 3y éste dijo a sus ministros:
-Ya sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece; pero nosotros nos estamos quietos, sin recuperarla de manos del rey sirio.
4Y preguntó a Josafat:
-¿Quieres venir conmigo a la guerra contra Ramot de Galaad?
Josafat le contestó:
-Tú y yo, tu ejército y el mío, tu caballería y la mía, somos uno.
5Luego añadió:
-Consulta antes el oráculo del Señor.
6El rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les preguntó:
-¿Puedo atacar a Ramot de Galaad o lo dejo?
Respondieron:
-Vete. El Señor se la entrega al rey.
7Entonces Josafat preguntó:
-¿Nos queda por ahí algún profeta del Señor para consultarle?
8El rey de Israel le respondió:
-Queda todavía uno: Miqueas, hijo de Yimlá, por cuyo medio podemos consultar al Señor; pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza venturas, sino desgracias.
Josafat dijo:
-¡No hable así el rey!
9El rey de Israel llamó a un funcionario, y le ordenó:
-Que venga en seguida Miqueas, hijo de Yimlá.
10El rey de Israel y Josafat de Judá estaban sentados en sus tronos, con sus vestiduras reales, enla plaza, junto a la puerta de Samaría, mientras todos los profetas gesticulaban ante ellos.
11Sedecías, hijo de Cananá, se hizo unos cuernos de hierro y decía:
-Así dice el Señor: Con éstos acornearás a los sirios hasta acabar con ellos.
12Y todos los profetas coreaban:
-¡Ataca a Ramot de Galaad! Triunfarás, el Señor te la entrega.
13Mientras tanto, el mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo:
-Ten en cuenta que todos los profetas a una le están profetizando venturas al rey. A ver si tu oráculo es como el de cualquiera de ellos y anuncias venturas.
14Miqueas replicó:
-¡Vive Dios, diré lo que el Señor me manda!
15Cuando Miqueas se presentó al rey, éste le preguntó:
-Miqueas, ¿podemos atacar a Ramot de Galaad o lo dejamos?
Miqueas le respondió:
-Vete, triunfarás. El Señor se la entrega al rey.
16El rey le dijo:
-Pero, ¿cuántas veces tendré que tomarte juramento de que me dices únicamente la verdad en nombre del Señor?
17Entonces Miqueas dijo:
-Estoy viendo a Israel desparramado por los montes, como ovejas sin pastor. Y el Señor dice: <<No tienen amo. Vuelva cada cual a su casa, y en paz>>.
18El rey de Israel comentó con Josafat:
-¿No te lo dije? No me profetiza venturas, sino desgracias.
19Miqueas continuó:
-Por eso escucha la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono. Todo el ejército celeste estaba en pie junto a él, a derecha e izquierda, 20y el Señor preguntó: <<¿Quién podrá engañar a Ajab para que vaya y muera en Ramot de Galaad?>>. Unos proponían una cosa y otros otra. 21Hasta que se adelantó un espíritu y, puesto en pie ante el Señor, dijo: <<Yo lo engañaré>>. El Señor le preguntó: <<¿Cómo?>>. 22Respondió: <<Iré y me transformaré en oráculo falso en la boca de todos los profetas>>. El Señor le dijo: <Conseguirás engañarlo. 23¡Vete y hazlo!>>. Como ves, el Señor ha puesto oráculos falsos en la boca de todos esos profetas tuyos, porque el Señor ha decretado tu ruina.
24Entonces Sedecías, hijo de Cananá, se acercó a Miqueas y le dio un bofetón, diciéndole:
-¿Por dónde se me ha escapado el espíritu del Señor para hablarte a ti?
25Miqueas respondió:
-Lo verás tú mismo el día en que vayas escondiéndote de habitación en habitación.
26Entonces el rey de Israel ordenó:
-Apresa a Miqueas y llévalo al gobernador Amón y al príncipe Joás. 27Diles: <<Por orden del rey, meted a éste en la cárcel y tasadle la ración de pan y agua hasta que yo vuelva victorioso>>.
28Miqueas dijo:
-Si tú vuelves victorioso, el Señor no ha hablado por mi boca.
29EL rey de Israel y Josafat de Judá fueron contra Ramot de Galaad. 30El rey de Israel dijo a Josafat:
-Voy a disfrazarme antes de entrar en combate. Tú vete con tu ropa.
Se disfrazó y marchó al combate.
31El rey sirio había ordenado a los comandantes de los carros que no atacasen a chico ni grande, sino sólo al rey de Israel. 32Y cuando los comandantes de los carros vieron a Josafat, comentaron:
-¡Aquél es el rey de Israel!
33Y se lanzaron contra él. Pero Josafat gritó una orden, y entonces los comandantes vieron que aquél no era el rey de Israel, y lo dejaron. 34Un soldado disparó el arco al azar e hirió al rey de Israel, atravesándole la cota de malla. El rey dijo al auriga:
-Da la vuelta y sácame del campo de batalla, porque estoy herido.
35Pero aquel día arreció el combate, de manera que sostuvieron al rey den pie en su carro frente a los sirios, y murió al atardecer; la sangre goteaba en el interior del carro. 36A la puesta del sol corrió un grito por el campamento.
-¡Cada uno a su pueblo! ¡Cada uno a su tierra! ¡Ha muerto el rey!
37Llevaron al rey a Samaría, y allí lo enterraron. 38En la alberca de Samaría lavaron el carro; los perros lamieron su sangre, y las prostitutas se lavaron en ella, como había dicho el Señor.
39Para más datos sobre Ajab y sus empresas, el palacio de marfil y las ciudades que construyó, véanse los Anales del Reino de Israel. 40Ajab murió, y su hijo Ocozías le sucedió en el trono.
Josafat de JUdá (870-848) -2 Cr 17-19-.
41Josafat, hijo de Asá, subió al trono de Judá el año cuarto del reinado de Ajab de Israel. 42Cuando subió al trono tenía treinta y cinco años, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Silkí. 43Siguió el camino de su padre, Asá, sin desviarse, haciendo lo que el Señor aprueba. 44Pero no desaparecieron las ermitas de los altozanos; la gente seguía ofreciendo allí sacrificios y quemando incienso. 45Josafat vivió en paz con el rey de Israel.
46Para más datos sobre Josafat, las victorias que obtuvo y las guerras que hizo, véanse los Anales del Reino de Judá. 47Desterró del país los restos de prostitución sagrada que había dejado su padre, Asá. 48El trono de Edom estaba entonces vacante. 49Josafat se construyó entonces una flota mercante para ir por oro a Ofir, pero no pudo zarpar, porque la flota naufrató en Esión Gueber*. 50Entonces Ocozías, hijo de Ajab, propuso a Josafat:
-Que vayan mis hombres con los tuyos en la expedición.
Pero Josafat no quiso.
51Josafat murió; lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David, su antecesor, y su hijo Jorán le sucedió en el trono.
Ocozías de Israel (853-852)
52Ocozías, hijo de Ajab, subió al trono de Israel, en Samaría, el año diecisiete de Josafat de Judá. Reinó sobre Israel dos años. 53Hizo lo que el Señor reprueba, imitando a su padre y a su madre, y a Jeroboán, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel. 54Dio culto a Baal; lo adoró, irritando al Señor, Dios de Israel, igual que había hecho su padre.
Explicación.
22 Volvemos a las batallas contra Siria.
22,1-5 Ramot de Galaad era probablemente una plaza fuerte de valor estratégico, y se encontraba en Transjordania.
22,6 La intervención del profeta Miqueas de Yimlá está introducida con gran aparato narrativo, en una serie de contrastes y retardando el oráculo. Sus palabras son tan extensas como las de cualquiera de los oráculos de Elías, y hasta casi más instructivas para nosotros; con todo, su nombre es una aparición efímera en la historia de la monarquía.
No se trata de un simple oráculo, sino de la confrontación del profeta verdadero con los profetas falsos: una historia que se repetirá en las figuras críticas de Jeremías y Ezequiel.
En la narración encontramos tres momentos de la profecía. El primero es colectivo, una corporación de profetas que atestiguan la presencia del Señor entre su pueblo, luchan por la fidelidad a ese Señor y pueden aconsejar al rey. En su respuesta no emplean la fórmula profética oracular "así dice el Señor", pero afirman la acción soberana de ese Señor. En resumen, no apelan a una revelación especial del Señor, sino a la tradición yahvista, que aplican al caso presente.
El segundo momento es individual: un profeta del grupo, que lleva un buen nombre yahvista, Sedecías (Justicia o Victoria del Señor). Este profeta ejecuta una acción simbólica y pronuncia un oráculo con la fórmula clásica de la profecía "así dice el Señor". Sedecías profetiza venturas al rey; si los demás profetas de la hermandad lo corean, es porque lo toman por su portavoz que ha recibido un mensaje del Señor y lo comunica.
El tercer momento es un individuo desligado del grupo, al servicio del oráculo, independiente del rey. Se ha ganado fama de profeta de desventuras. Comparado con el grupo, lleva el título específico "profeta del Señor"; comparado con Sedecías, se atreve a contradecir los deseos del rey, porque está totalmente al servicio de un soberano más alto.
Miqueas comienza por repetir casi a la letra el oráculo de Sedecías. Algo sonaba en su voz, quiza un tonillo de imitación irónica, que hizo sospechar al rey. Aparte el hecho de que no ha pronunciado la fórmula clásica de introducción "así dice el Señor".
Finalmente Miqueas pronuncia el oráculo. Puede tratarse de una auténtica visión profética, como en los oráculos de Amós y algunos de Jeremías.
Estos son los tres momentos de la presente profecía. En los oyentes de entonces pudo surgir la duda: ¿quién de los profetas tiene razón? Si todos son profetas, ¿es que algunos se arrogan el mensaje sin haberlo recibido? Y si han recibido un mensaje del Señor, ¿cómo se explica la contradicción? A esta pregunta responde la visión de Miqueas. Es un intento para explicar la complejidad del plan de Dios y de sus medios para realizarlo; es pieza capital en la historia de la profecía israelítica.
Dios está visto al estilo de un soberano, con su corte y sus ministros; a imagen de las religiones antiguas y de las cortes de Israel y Judá. En la corte hay personajes que operan con la verdad y personajes que operan con la astucia y el engaño. El plan de Dios completo es que Ajab marche a la guerra y muera en ella. Para que marche, el Señor despacha una profecía, "un espíritu" de entusiasmo y esperanza, que engaña al rey; su muerte la anuncia como un hecho futuro, ejecución de una sentencia pronunciada. Por Sedecías habla el espíritu engañoso, por Miqueas la palabra auténtica; entre los dos se desarrolla la dialéctica de la historia. Y el rey, al hacer caso a Sedecías, saca veraz a Miqueas ("saca veraces a sus profetas" Eclo 36,15).
Todo esto es un intento de explicación teológica, muy condicionada todavía por una particular representación de Dios. Intento que pretende salvar la soberanía de Dios en la historia, su acción por medio de profetas, la complejidad real de los sucesos y motivos humanos (se puede recordar el personaje "Satán" en el drama de Job). Una interpretación más refinada diría que el Señor, al enviar profetas, "permite" que surjan falsos profetas y falsas profecías y "permite" que el hombre se engañe a sí mismo escuchando lo que desea. Con estas salvedades y correcciones, podemos encontrar algo cierto y permanente en la visión: la ambigüedad del mundo de los espíritus, el engaño de nuestros deseos profundos, la asechanza de la adulación, la vigilancia constante necesaria para discernir los espíritus.
22,8 Ya escuchamos la actitud radical del rey: aborrece lo que le disgusta, no se abre a la verdad ni al oráculo divino. En esta actitud del rey ya está actuando un mal espíritu.
22,11 Los cuernos son símbolos de potencia (Nm 23,22).
22,14 Nm 22,18.
22,17 Es la paz de haber renunciado a la empresa, de aceptar el fracaso; en este momento, una paz más deseable que la posesión de Ramot.
22,19 Son los astros vistos como personajes de un ejercito celeste, al servicio inmediato del Señor; como divinidades astrales degradadas. Están en pie, como toca a ministros y siervos. El estilo de la pregunta recuerda también a Is 6.
22,22 El oráculo falso es lo que emplea la serpiente en el paraíso, y el Sal 36 habla de un oráculo del pecado.
22,24 Sedecías no acepta la idea de una pluralidad de espíritus y reclama el monopolio del espíritu profético.
22,25 Según la doctrina tradicional, el cumplimiento de la profecía acredita al profeta (Dt 18; Jr 28).
22,26 Jr 37,21.
22,30 Josafat entra en combate vestido con las insignias reales, pero Ajab se disfraza de soldado raso para no ser reconocido.
22,34 Sin ser herido en combate es meritorio, ser herido por un soldado cualquiera es ignominia para un rey (recuérdese el episodio de Gedeón, Jue 8,21, y el de Abimelec, Jue 9.54).
22,37 1 Re 21,19.
22,48 El hebreo añade una frase dudosa que se podría leer "reinaba un gobernador". La debilidad de Edom le permite a Josafat reanudar las empresas marinas que realizó Salomón.
22,49 * = Floresta del Gallo.
1 REYES. CAPÍTULO 21
La viña de Nabot
211Nabot, el de Yezrael, tenía una viña pegando al palacio de Ajab, rey de Samaría. 2Ajab le propuso:
-Dame la viña para hacerme yo una huerta, porque está al lado, pegando a mi casa; yo te daré en cambio una viña mejor o, si prefieres, te pago en dinero.
3Nabot respondió:
-¡Dios me libre de cederte la heredad de mis padres!
4Ajab marchó a casa malhumorado y enfurecido por la respuesta de Nabot, el de Yezrael, aquello de <<no te cederé la heredad de mis padres>>. Se tumbó en la cama, volvió la cara y no quiso probar alimento. 5Su esposa Jezabel se le acercó y le dijo:
-¿Por qué estás de mal humor y no quieres probar alimento?
6Él contestó:
-Es que hablé a Nabot, el de Yezrael, y le propuse: <<Véndeme la viña o, si prefieres, te la cambio por otra>>. Y me dice: <<No te doy mi viña>>.
7Entonces Jezabel dijo:
-¿Y eres tú el que manda en Israel? ¡Arriba! A comer, que te sentará bien. ¡Yo te daré la viña de Nabot, el de Yezrael!
8Escribió unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los concejales y notables de la ciudad, paisanos de Nabot. 9Las cartas decían: <<Proclamad un ayuno y sentad a Nabot en primera fila. 10Sentad enfrente a dos canallas que declaren contra él: "Has maldecido a Dios y al rey". Lo sacáis afuera y lo apedreáis, hasta que muera>>.
11Los paisanos de Nabot, los concejales y notables que vivían en la ciudad, hicieron tal como les decía Jezabel, según estaba escrito en las cartas que habían recibido. 12Proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot en primera fila; 13llegaron dos canallas, se le sentaron enfrente y testificaron contra Nabot públicamente:
-Nabot ha maldecido a Dios y al rey.
14Lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon, hasta que murió. Entonces informaron a Jezabel:
-Nabot ha muerto apedreado.
15En cuanto oyó Jezabel que Nabot había muerto apedreado, dijo a Ajab:
-Hala, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, que no quiso vendértela. Nabot ya no vive, ha muerto.
16En cuanto oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a tomar posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael.
17Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita:
18-Anda, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vve en Samaría. Mira, está en la viña de Nabot, adonde ha bajado para tomar poseión. 19Dile: <<Así dice el Señor: ¿Has asesinado, y encima robas?>> Por eso: <<Así dice el Señor: En el mismo sitio donde los perros han lamido la sangre de Nabot, a ti también los perros te lamerán la sangre>>.
20Ajab dijo a Elías:
-¿Conque me has sorprendido, enemigo mío?
Y Elías respuso:
-¡Te he sorprendido! Por haberte vendido, haciendo lo que el Señor reprueba, 21aquí estoy para castigarte. Te dejaré sin descendencia, te exterminaré todo israelita que mea a la pared, esclavo o libre. 22Haré con tu casas como con la de Jeroboán, hijo de Nabat, y la de Basá, hioj de Ajías, porque me has irritado y has hecho pecar a Israel. 24A los de Ajab que mueran en poblado, los devorarán los perros, y a los que mueran en descampado, los devorarán las aves del cielo. 23(También ha hablado el Señor contra Jezabel: <<Los perros la devorarán en el campo de Yzrael>>)*.
25(Y es que no hubo otro que se vendiera como Ajab para hacer lo que el Señor reprueba, empujado por su mujer, Jezabel. 26Procedió de manera abominable, siguiendo a los ídolos, igual que hacían los amorreos, a quienes el Señor había expulsado ante los israelitas).
27En cuanto Ajab oyó aquellas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba taciturno.
28El Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita:
29-¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Por haberse humillado ante mí, no le castigaré mientras viva; castigaré a su familia en tiempo de su hijo.
Explicación.
21 El soldado valiente de las batallas contra los sirios es de nuevo el marido débil frente a la mujer extranjera. Ajab era fiel al Señor, pero toleraba la propaganda abierta del baalismo; Ajab respetaba la tradición de Israel y los derechos de sus súbditos, pero toleró el perjurio y el asesinato.
La maldición de las mujeres extranjeras, que había comenzado sus estragos durante el reinado de Salomón, continuó envenenando la monarquía. Y no será Jezabel la última, ya que una hija suya llega a ser reina de Judá.
21,2 Ez 46,18.
21,1-7 Yezrael se encuentra en el ángulo oriental de la llanura de Esdrelón, y cerca del Jordán, en una zona muy fértil. Nabot era probablemente uno de los notables de la villa, en la cual también el rey tenía posesiones. Dt 17,14-20; 1 Sm 8,14.
21,8 El plan de Jezabel se basaba en una serie de leyes y costumbres judías. Suponiendo alguna calamidad en la región, sequía, epidemia, etc., los jefes del pueblo tienen que buscar la causa y eliminarla. Nabot, sin saber nada, será invitado a presidir la asamblea o concejo, para buscar remedio a la situación; y allí mismo dos testigos declararán que él es el culpable (recuérdese el caso de los gabaonitas, 2 Sm 21, y la peste en tiempo de David, 2 Sm 24). El crimen está previsto en Ex 22,27, la pena de muerte por lapidación está prevista en Lv 24,16, y la exigencia de dos testigos consta en Dt 17,6. También es legal apedrear al culpable fuera de la ciudad, pera no contaminarla (Lv 24,14).
21,10 Véase Is 8,21 y Prov 24,21.
21,14 Ex 22,27.
21,15 Jezabel habla dos veces al marido en el relato. La primera vez en son de burla: "¿Es eso reinar?"; su concepto del mando es poder sin límites morales (Miq 2,1), la segunda vez le ofrece el fruto prohibido, el jardín cuyo precio es la sangre inocente.
21,17 Como Natán frente a David, toca esta vez a Elías denunciar su culpa al rey.
21,19 No matar y no codiciar son dos preceptos del decálogo, que el rey ha violado (también esto se parece al doble delito de David). Ex 20,13.15.
21,20 En su réplica, Ajab parece reconocerse culpable, no arrepentido.
21,21-24 El autor posterior ha añadido una amplificación a la sentencia. Es evidente su intención de igualar este oráculo a otros dos precedentes, contra Jeroboán y contra Basá.
21,23 Parece una adición introducida a raíz de los sucesos durante la revuelta de Jehú. Este versículo va detrás del v. 24.
21,24 1 Re 14,11.
21,25-26 Comentario de un editor que ve en la idolatría la raíz de todos los delitos, también los de injusticia. Los dioses cananeos de fecundidad no inculcan la justicia humana, como lo hace el Dios de Israel con los términos de su alianza.
21,27-29 La penitencia de Ajab logra mitigar la sentencia, sin anularla del todo. De hecho, su dinastía continúa en sus hijos, y termina en ellos. Y no podemos decir que su muerte haya sido del todo ignominiosa.
1 REYES. CAPÍTULO 20
Batallas contra Benadad de Siria
201Benadad, rey de Siria, concentró todas sus tropas, y acompañado de treinta y dos reyes vasallos, con caballería y carros, marchó a sitiar Samaría y asaltarla. 2Mandó a la ciudad una embajada para Ajab de Israel con este mensaje:
3-Así dice Benadad: Dame tu plata y tu oro; quédate con tus mujeres y niños.
4El rey de Israel respondió:
-Como vuestra majestad ordene. Soy vuestro con todo lo que tengo.
5Pero los embajadores volvieron con un nuevo mensaje:
-Así dice Benadad: Mando a decirte que me des tu plata y tu oro, tus mujeres y niños. 6Bien, mañana a estas horas te enviaré mis oficiales a registrar tu palacio y los de tus ministros; echarán mano a lo que más quieres y se lo llevarán.
7El rey de Israel convocó a los senadores del país y les dijo:
-Fijaos bien cómo ése busca mi mal. Me reclama mis mujeres e hijos, mi plata y mi oro, y eso que no me negué.
8Todos los senadores y el pueblo le respondieron:
-No le hagas caso, no le obedezcas.
9Entonces dio esta respuesta a los embajadores de Banadad:
-Decid a su majestad: Haré lo que me dijiste por primera vez; pero esto otro no puedo hacerlo.
10Los embajadores marcharon a llevar la respuesta. Entonces Benadad le envió este mensaje:
-Que los dioses me castiguen si hay en Samaría polvo bastante para que cada uno de mis soldados pueda tomar un puñado.
11Pero el rey de Israel contestó:
-Decidle que nadie canta victoria al ceñirse la espada, sino al quitársela.
12Benadad estaba bebiendo en las tiendas con los reyes, y en cuanto oyó las respuesta, ordenó a sus oficiales:
-¡A vuestro puesto!
Y se apostaron frente a la ciudad.
13Mientras tanto, a Ajab de Israel se le presentó un profeta, que le dijo:
-Así dice el Señor: <<¿Ves todo ese ejército inmenso? Te lo entregaré hoy mismo para que sepas que yo soy el Señor>>.
14Ajab preguntó:
-¿Por medio de quién?
Respondió el profeta:
Así dice el Señor: <<Por los asistentes de los gobernadores>>.
Ajab preguntó:
-¿Y quién ataca primero?
Respondió:
-Tú.
15Ajab pasó revista a los asistentes de los gobernadores, que eran doscientos treinta y dos, y a continuación al ejército israelita: siete mil hombres. 16A mediodía hicieron una salida, mientras Benadad estaba emborrachándose en las tiendas con los treinta y dos aliados. 17Abrían la marcha los asistentes de los gobernadores, y a Benadad le llegó este aviso:
-Ha salido gente de Samaría.
18Ordenó:
-Si han salido en son de paz, apresadlos vivos, y si han salido en plan de guerra, apresadlos vivos también.
19Decíamos que habían salido de la ciudad los asistentes de los gobernadores, y el ejército tras ellos, 20cada uno mató a un enemigo, y los sirios huyeron perseguidos por Israel; Benadad, rey de Siria, escapó a caballo con algunos jinetes. 21Entonces salió el rey de Israel, derrotó a los caballos y carros e infligió a los sirios una gran derrota.
22El profeta se acercó al rey y le dijo:
-Hala, conserva tu ventaja y haz bien tus planes, porque el año que viene volverá a atacarte el rey de Siria.
23Por su parte, los ministros del rey de Siria propusieron:
-Su Dios es un dios de montaña; por eso nos vencieron. A lo mejor, si les damos la batalla en el llano, los vencemos. 24Haz lo siguiente: depón a todos esos reyes y sustitúyelos por gobernadores. 25Junta luego un ejército como el que has perdido, otros tantos caballos y carros; les presentamos batalla en el llano, y malo será que no los venzamos.
26Benadad les hizo caso y actuó así. Al año siguiente pasó revista a los sirios y marchó a Afec* para luchar contra Israel. 27Los israelitas, después de pasar revista y aprovisionarse, salieron a su encuentro y acamparon frente a ellos; parecían un hato de cabras, mientras que los sirios cubrían la llanura.
28El profeta se acercó a decir al rey de Israel:
-Así dice el Señor: <<Por haber dicho los sirios que el Señor es un dios de montaña y no de llanura, te entrego ese ejército inmenso, para que sepáis que yo soy el Señor>>.
29Siete días estuvieron acampados a frente. El día séptimo trabaron batalla, y en un solo día los israelitas les mataron a los sirios cien mil de infantería. 30Los supervivientes huyeron a Afec, pero la muralla se derrumbó sobre los veintisiete mil hombres que quedaban.
Mientras tanto, Benadad, que había huido, se metió en la ciudad, de casa en casa. 31Sus ministros le dijeron:
-Mira, hemos oído que los reyes de Israel son misericordiosos. Vamos a ceñirnos un sayal y atarnos una cuerda en la cabeza, y nos rendimos al rey de Israel.
A lo mejor te perdona la vida.
32Se ciñeron un sayal, se ataron una cuerda a la cabeza y se presentaron al rey de Israel, diciendo:
-Tu siervo Benadad pide que le perdones la vida.
El rey dijo:
-¿Vive todavía? ¡Es mi hermano!
33Aquellos hombres se las prometieron felices, y tomándole al punto por la palabra, contestaron:
¡Benadad es hermano tuyo!
Ajab dijo:
-Id a traerlo.
34Cuando llegó, Ajab lo subió a su carroza, y Benadad le dijo:
-Te devolveré las poblaciones que mi padre arrebató al tuyo. Y en Damasco te cederé un barrio, como lo tenía mi padre en Samaría. Con este pacto déjame ir libre.
Ajab firmó un pacto con él y lo dejó en libertad.
35Uno de la comunidad de profetas dijo a un compañero, por orden del Señor:
-¡Pégame!
36El otro se negó, y entonces le dijo:
-Por no haber obedecido la orden del Señor, te matará un león en cuanto te separes de mí.
Y cuando se alejaba, lo encontró un león y lo mató.
37Aquel profeta encontró a otro hombre, y le dijo:
-¡Pégame!
El hombre le pegó y lo dejó maltrecho.
38El profeta se puso a esperar al rey en el camino, disfrazado con una venda en los ojos. 39Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó:
-Tu servidor avanzaba hacia el centro de la batalla, cuando un hombre se acercó y me entregó otro hombre, diciéndome: <<Guarda a éste; si desaparece, lo pagarás con la vida o con dinero>>. 40Pues bien, mientras yo estaba ocupado de acá para allá, el otro desapareció.
El rey de Israel le dijo:
-¡Está clara la sentencia! Tú mismo la has pronunciado.
41Entonces el profeta se quitó de golpe la venda de los ojos (el rey de Israel se dio cuenta de que era un profeta) 42y dijo al rey:
-Así dice el Señor: <<Por haber dejado escapar al hombre que yo había consagrado al exterminio, pagarás su vida con tu vida y su ejército con tu ejército>>.
43El rey de Israel marchó a casa triste y afligido, y entró en Samaría.
Explicación.
20En este capítulo parece tratarse simplemente de guerras entre Israel y Damasco; pero el capítulo 22 continúa la serie con un dato importante, la alianza militar de Israel con Judá. Tenemos que contemplar un panorama más amplio para comprender los cambios de situación y de alianzas.
El interés primordial de Damasco es el comercio. Dentro de casa, una monarquía establecida en el gran oasis procura unificar bajo su dominio una multitud de reyes o jeques del ancho territorio de Siria. Hacia fuera, le conviene la sumisión de Israel, o al menos un tratado ventajoso. Mientras Judá e Israel se peleaban, hemos visto que Damasco podía vencer la balanza. Si apoyaba a Israel, éste pdía poner en grave peligro al reino hermano; si retiraba su apoyo, Judá podía liberarse del vecino septentrional. Era un juego político bastante simple.
Bajo Ajab de Israel y Josafat de Judá se realiza por fin la reconciliación: el hijo de Josafat se casa con una hija de Ajab, se firma un tratado algo desigual, por el que Judá se obliga a prestaciones militares, mientras Israel se reserva la iniciativa. Ahora están Israel y Judá contra Damasco. Y el esquema se repite a mayor escala: por encima de ellos crece otro poder que pretende imponer su hegemonía aprovechando las divisiones. Es Asiria. Cuando Asiria aprieta en Damasco, Israel y Judá pueden respirar tranquilos y recobrar posiciones; cuando Asiria cede, Damasco puede reanudar su expansión con miras comerciales.
Asiria, que se asomó a la historia a fines del siglo XII, en la persona de su rey Tiglat Piléser I, y que ha dormido casi dos siglos, vuelve a despertarse con deseos de poder. Su expansión la lleva hacia Occidente, hacia el mar; en el camino se encuentra con las tribus arameas y la capital Damasco; después puede continuar hacia Jamat y Fenicia.
El rey de Israel tiene que medir muy bien sus golpes: tiene que debilitar a Damasco, para poder subsistir; tiene que ceder y no destruirla, para que Damasco le pueda parar los golpes más dañinos de Asiria. Por ahora Judá no puede tomar la iniciativa, aunque está interesada en el juego. Fenicia parece que se salva con tributos extraordinarios, sin aceptar el papel de beligerante. ¿Y si un día Damasco se une a Israel para atacar a Judá? Quizá Josafat ha visto el peligro potencial (insinuado en tiempos de Basá y Asá), y ello en parte lo ha movido a la alianza con Israel. Los hermanos hacen las paces: ¿hasta cuándo?
Los documentos asirios (anales y primas inscritos) completan nuestra información, y en el caso de Ajab la complican. Hay un dato preciso: el año 853, Salmanasar III derrota en Qarqar una coalición de Damasco, Jamat, reyes heteos (Haití) y Ajab de Israel ¿Cómo se reconcilia esa coalición con Damasco, con las luchas contra Damasco que narra el texto bíblico? Se han propuesto diversas soluciones: que el capítulo originariamente no se refería a Ajab, que sucedieron cambios rápidos e interinos en el tablero de las alianzas, un error en la información asiria, que nombra a Ajab cuando se trata de un sucesor.
El Ajab de los capítulos 20 y 22 es un rey valeroso, que consulta a su pueblo y se siente apoyado por los profetas de Yhwh -en ausencia de Elías, otros profetas cumplen sus funciones-. Es además un rey que sabe apreciar la situación política internacional.
20,1 Parece que se trata de Benadad II. Los 32 reyes son jeques o jefes de tribu, vasallos del rey de Damasco. Si se dispone a sitiar Samaría, es que ya ha conquistado la zona septentrional.
20,4 El pago del tributo equivale a un acto de vasallaje.
20,6 Habla de las mujeres del harén real. La investigación personal es muy humillante.
20,14 Otros suponen que se trata de fuerzas de choque con armadura ligera, que al avanzar no dan la impresión de un ataque en regla.
20,20 Jue 4,15-17.
20,22 Esto indica que la derrota no ha sito tan grave.
20,23 Ex 15,17; Dt 32,13.
20,24 La participación de los jeques con su guardia o sus tropas propias no permitía una organización militar unificada. Los ministros proponen que el rey implante un nuevo sistema de reclutamiento y mando.
20,26 * = El Cerco. 1 Sm 4.
20,28 Aparte los números fantásticos, el proceso de la batalla es comprensible. Los sirios se acuartelan en la ciudad amurallada; al cabo de siete días de inacción hacen una salida que resulta catastrófica. Corren a refugiarse en la ciudad y se apostan en la muralla para defenderse. Los israelitas logran derribar un lienzo de muralla, que aplasta a los defensores, penetran en la ciudad y van en busca de los jefes. No hay que olvidar el tamaño reducido de las ciudades antiguas. El narrador va despejando y concentrando la escena: en el llano, en la muralla, en una casa.
20,31 Los ministros se presentan desarmados y con vestido penitencial, el rey se llama siervo o vasallo.
20,32 Hermano, es decir, aliado. Sal 18,45.
20,33 Al subirlo a su carroza demuestra públicamente su deseo de paz. 1 Re 15,20.
20,35 Para el profeta esa alianza es condenable, porque supone desobediencia al Señor: contra algún oráculo específico no mencionado, o contra una ley de la guerra; recuérdese el caso de Agag, rey de Amalec (1 Sm 15). La vida del rey enemigo es propiedad del Señor, y no le toca al rey de Israel matar o perdonar la vida, sino cumplir la orden del Señor. Es la enseñanza que propone la acción simbólica y el caso ficticio. En caso de perdonarle la vida, Ajab no tenía derecho a soltar el depósito que el Señor le había puesto "en las manos".
20,42 1 Sm 15.
1 REYES. CAPÍTULO 19
Elías, en el monte Horeb
191Ajab contó a Jezabel lo que había hecho Elías, cómo había pasado a cuchillo a los profetas. Entonces Jezabel mandó a Elías este recado:
-Que los dioses me castiguen si mañana a estas horas no hago contigo lo mismo que has hecho tú con cualquiera de ellos.
3Elías temió y emprendió la marcha para salvar la vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. 4Él continuó por el desierto una jornada de camino y al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte:
-¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!
5Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel le tocó y le dijo:
-¡Levántate, come!
6Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. 7Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo:
-¡Levántate, come! Que el camino es superior a tus fuerzas.
8Elías se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. 9Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y el Señor le dirigió la palabra:
-¿Qué haces aquí, Elías?
10Respondió:
-Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.
11El Señor le dijo:
-Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!
Vino un huracán tan violento, que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. 12Después del terremoto vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se oyó una bria tenue; 13al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le decía:
-¿Qué haces aquí, Elías?
14Respondió:
-Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelias han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.
15El Señor le dijo:
-Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco, y cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, 16rey de Israel, a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor de ti a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá*. 17Al que escape de la espada de Jazael lo matará Jehú, y al que escape de la espada de Jehú lo matará Eliseo. 18Pero yo me reservaré en Israel siete mil hombres: las rodillas que no se han doblado ante Baal, los labios que no lo han besado.
19Elías marchó de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, él con la última. Elías pasó junto a él y le echó encima el manto. 20Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:
-Déjame decir adiós a mis padres, luego vuelvo y te sigo.
Elías le dijo:
-Vete, pero vuelve. ¿Quién te lo impide?
21Eliseo dio la vuelta, agarró la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; aprovechó los aperos para cocer la carne y convidó a su gente. Luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio.
Explicación.
19 Elías, perseguido a muerte, emprende una especie de peregrinación de vuelta, como remontando el pasado. Con él, algo de Israel vuelve al origen auténtico del pueblo. Empieza como fuga, empujado por la ira de Jezabel; deja la ciudad, el reino del norte, el reino del sur; en el límite de la cultura y del desierto, su huida se convierte en peregrinación: no es la fuerza de la reina que lo repele, sino la fuerza de Dios que lo atrae. En el límite urbano de la cultura un mensajero de Dios le hace comprender el sentido de su marcha. Antes del desierto, la huida ha querido desembocar en la muerte; a partir del desierto, una nueva comida milagrosa lo traslada a la experiencia del primer Israel. Las etapas del viaje son: la ciudad, el desierto, la montaña, el ángel, la presencia.
En su itinerario, Elías toca los límites de la existencia, donde ésta linda con la muerte. Una muerte que va cambiando de rostro: persecución, tedio, hambre, pánico sobrecogedor al sentir el misterio. En la cumbre del Horeb culmina la vida de Elías.
19,4 El que huye para salvar la vida, siente de golpe el hastío de la existencia, el cansancio de la lucha, la tentación de la última retirada (recuérdese la historia de Jonás). El verbo que traducimos "quítame" es el verbo usado para el arrebato de Henoc y para el suyo próximo.
19,7 Dado que "camino" tiene con frecuencia sentido metafórico, en la expresión del ángel puede resonar la idea de una "empresa superior a sus fuerzas", cifra de la misión de Elías.
19,8 Ex 24,18; 34,28; 33,21-23.
19,9 La pregunta del Señor lo invita a tomar conciencia de su actividad, a desahogarse confiadamente. Interpelado por Dios, Elías se confiesa.
19,10 La frase prueba que Elías no se opone a la pluralidad de altares locales, con tal de que estén dedicados al Señor. El autor no ha censurado la narración antigua.
19,11-13 La revelación del Señor, nada más a un pasar, es un momento capital que se ha de comparar con la que recibió Moisés según Ex 33,18-23. Huracán, terremoto y fuego son elementos ordinarios de la teofanía (entre otros muchos textos, pueden verse Sal 50,3; 97,3-4): en ellos puede percibir el hombre una presencia de poder que transforma y consume lo más fuerte y estable. Viento y fuego están particularmente ligados a la vida del profeta. Pero Elías, el fogoso e impetuoso, descubre al Señor en una brisa tenue, en un susurro apenas audible. Primero ha tenido que alejarse de la urbe, cruzar el desierto, subir a la soledad de la montaña; después ha tenido que descubrir la ausencia de Dios en los elementos tumultuosos; finalmente, acallado el tumulto, la voz callada trae la presencia que sobrecoge.
19,12 Is 30,27; Sal 18.
19,14 Se repite el diálogo de antes, pero qué diverso suena. Aunque Elías sea una voz única y tenue salvada de la matanza, podrá mediar la presencia del Señor; aunque lo persigan a muerte, su vida está henchida de la realidad de Dios.
19,15 Eclo 48,8.
19,16 * = Prado Bailén.
19,18 El verbo reservar enuncia la idea del "resto", el grupo reducido que se salva en la catástrofe, para asegurar la continuidad de la vida y de la elección.
19,19-21 El manto parece representar la dignidad profética: Elías acoge personalmente a Eliseo. Es una elección.
19,19 2 Re 2,13s.
19,20 Lc 9,61s.
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